Queridos amigos:
Incluso después de algunas semanas en Roma, en donde pude tener algunos encuentros muy fructíferos y mucho tiempo de oración con obispos hermanos y el Santo Padre, en las tumbas de los Apóstoles, simplemente no puedo decirles lo feliz que estoy de haber vuelto a la diócesis, a donde he sido enviado como sucesor de los Apóstoles para mantener la unidad con el Obispo de Roma.
Por favor, hagan saber que los recordé a todos muy regularmente en mis oraciones, especialmente en los lugares santos, durante esos días en Roma. Gracias por haber rezado por mí. Podría decir que me sentido acompañado. Traigo además un saludo particular del Papa Benedicto XVI, nuestro Santo Padre, que ofreció su cariño y su bendición apostólica a toda la diócesis.
Ahora nos encontramos juntos al inicio de la Cuaresma, tiempo que nos lleva a la gran celebración de Resurrección. Uno de los momentos más grandes de esa celebración de la Resurrección se da a través del Bautismo de los nuevos católicos que entran a la Iglesia, en donde ponen a un lado sus antiguas existencias y son llenados por la vida Cristo Resucitado. De ese modo también tenemos algunas lecciones sobre el Bautismo en las lecturas del domingo pasado, el primero de la Cuaresma.
El Bautismo es un llamado a una clara conciencia
En la segunda lectura del domingo pasado (1Pe 3:18-22), San Pedro nos dice que lavarnos con el agua en el Sacramento del Bautismo no es asunto de eliminar la suciedad física, sino que es un llamado de Dios a tener una clara conciencia. Usualmente no escuchamos hablar del Bautismo de esa forma, conectado directamente a una clara conciencia. Entonces nos debemos hacer una pregunta: “¿qué es una clara conciencia?”
Una clara conciencia es aquella que interiormente está en paz, y que se ha enganchado con la Verdad de Jesucristo. Recuerden que nuestra conciencia nunca crea la verdad, simplemente no razona sobre lo que “es verdad para mí”. En vez de ello, la conciencia se engancha con la Verdad de Jesucristo como se enseña en las Escrituras y en la doctrina de la Iglesia.
Si algo no está claro en las Escrituras o en la Doctrina de la Iglesia, entonces la conciencia tiene que buscar el adecuado curso de acción que uno debe tomar en la propia vida. Pero si algo es claro de las Escrituras o la Doctrina de la Iglesia, es porque esa ES la Verdad de Cristo y la clara conciencia puede engancharse a ella, como un radar que ha encontrado su objetivo en el horizonte.
Entonces, San Pedro dice que el Bautismo es un llamado de Dios a una clara conciencia, y así es como uno queda incorporado a la Iglesia Católica. Uno ingrese a la Iglesia Católica al recibir el don de la clara conciencia, formada de acuerdo a las enseñanzas de Cristo y de su Iglesia.
Expulsando la levadura de la malicia
Si vemos el Evangelio (Mc 1, 12-15) y consideramos las promesas bautismales, consideramos la pregunta: “¿rechazas a Satanás?”. El Bautismo tiene todo que ver con rechazar a Satanás, así como vemos a Jesús durante 40 días y 40 noches en el desierto.
La oración del Prefacio del domingo pasado también lo decía hermosamente (¡y este es otro don de la nueva traducción del latín!): Señor nuestro, dice la oración, “al rechazar todos los lazos de la antigua serpiente, nos enseñaste a expulsar la levadura de la malicia” de nuestras vidas y del mundo. Al rechazar los lazos con Satanás, Jesús nos enseñó a expulsar la levadura de la malicia. La levadura es como el fermento que gradualmente afecta a toda la masa, y en este mundo hay una levadura de malicia que tiene que ser expulsada. Hay algo en el corazón del hombre y en nuestra cultura que necesita ser expulsado. ¿Y qué es la levadura de la malicia?
La levadura de la malicia es el olvido de Dios, convertirme en Dios y así olvidar que Dios es Dios. La levadura de la malicia en nuestra sociedad es la ausencia de Dios, que es otra forma de decir secularismo, una palabra que en sí misma olvida a Dios. Esa es la levadura de la malicia que debe expulsarse.
Cuaresma: Un tiempo para luchar contra el mal
Y así, en el Bautismo, al rechazar a la antigua serpiente y sus lazos, somos liberados del pecado original y somos destinados a la salvación a través de la Sangre de Cristo porque se nos ha llamado, y esperanzadoramente hemos recibido, el don de una clara conciencia. La levadura de la malicia es el secularismo, la ausencia de Dios en el mundo, y la Cuaresma es un tiempo para luchar contra la levadura de la malicia, un tiempo para luchar contra la antigua serpiente, un tiempo para luchar contra el mal. Como dijo hermosamente el Cardenal Dolan el otro día, la Cuaresma es el Entrenamiento Católico de primavera para luchar contra el demonio.
El demonio, la antigua serpiente, ha tomado una nueva forma: nos ha atacado desde un nuevo frente y todos los sabemos. En nuestro tiempo, hay un ataque secular in Dios a nuestra libertad religiosa. Sabemos lo que la Iglesia enseña sobre el aborto y sabemos lo que la Iglesia enseña sobre la anticoncepción. Ese no es el asunto aquí.
El asunto es mucho más amplio. Todo ser humano, por ser solo humano, tiene el derecho básico a la libertad religiosa. Que es un derecho dado por Dios que nadie nos puede quitar. Y ahora mismo el gobierno está tratando de arrancarnos esa libertad religiosa de una manera muy seria con esta nueva regulación, por la cual el gobierno está tratando de forzarnos, haciendo imposible que un empleador católico, con su propio negocio y que quiere seguir las enseñanzas de la Iglesia, efectivamente las siga. Así no se puede seguir las enseñanzas de la Iglesia. Si un empleador católico quiere obedecer la ley, entonces tiene que violar su conciencia católica. Ese hermoso don del Bautismo de la clara conciencia está seriamente minado por la regulación del gobierno.
Del mismo modo las instituciones católicas –hospitales, universidades, etc.– no pueden seguir sus conciencias católicas sin violar la ley. Si violan la ley, deben pagar altas multas, quiebran y desaparecen. Esa es la amenaza que enfrentamos: los individuos deben decidir entre seguir su conciencia católica y obedecer la ley. Es insostenible e intolerable que el gobierno nos ponga en esa situación. Las instituciones católicas tendrán que pagar altas multas y declararse en bancarrota, o violar sus conciencias católicas. Este es un ataque “del tipo divide y vencerás” contra la Iglesia Católica.
Restaurar la libertad religiosa
Ya se ha dicho, y se va a decir muchas veces otra vez, que “la mayoría de los católicos están a favor de la anticoncepción artificial…”. Ese no es el punto, el punto es la libertad religiosa. Y pese a que pueda ser un hecho que muchos católicos acepten la anticoncepción artificial, la realidad es que, como precisó el Cardenal George recientemente, los obispos no hablan los católicos individuales bautizados que tal vez ya no tengan una clara conciencia, sino que los obispos hablan por Jesucristo, a través del Espíritu Santo y de la Iglesia. Y puede ser que una mayoría de católicos simplemente no están a tono con Jesucristo y su Iglesia por muchas razones que uno puede entender, pero sin embargo no podemos permitir que esas razones nos confundan.
Si vamos a rechazar los lazos con la antigua serpiente y si vamos a expulsar la levadura de la malicia, entonces hagámoslo. Hay mucho en la prensa, incluyendo el Catholic Herald en recientes semanas, y hagámoslo con caridad. Como dijo el Cardenal Dolan, no estamos simplemente convirtiéndonos en un grupo de “gente que odia a Obama”, ya que eso está por debajo de nuestra dignidad. Con caridad y con oración buscamos rechazar esta regulación, usando toda táctica a nuestra disposición, y al final, si no se rechaza, no podemos obedecerla, incluso si las consecuencias son multas o la cárcel o ambas.
Nada mejor para hacer que emerja lo mejor de los discípulos de Cristo que la persecución directa y lo mismo con los problemas que tenemos. Tenemos una tremenda esperanza que debe ser lo mejor de la Cuaresma en nuestras vidas como católicos. Tengamos esperanza y recemos para que, con la gracia de Dios, eso sea lo que suceda.
Gracias por dares el tiempo para leer esto. ¡Que tengan un bendito inicio de la Cuaresma! ¡Alabado sea Jesucristo!