Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
“El amor por Cristo nos obliga” (2 Cor 5:14)”, dice la segunda carta a los Corintios. Ese amor, que se ha manifestado en la persona de Cristo, es la cosa más hermosa que podría haber. Es hermosa porque es el amor de Dios. Él es amor y Él es la belleza misma.
Y durante este Año de la Fe hemos estado contemplando desde varias perspectivas la belleza del Señor, como una forma de invitar a la gente a encontrarse con Él de modo que cambie la vida a través de la Nueva Evangelización.
Luego de haber celebrado recientemente la ordenación de tres nuevos y maravillosos sacerdotes, me gustaría decir algunas cosas sobre la belleza del sacerdocio, que compartí con quienes estuvieron presentes esa gran noche. El amor que nos impele y su belleza son puestos de manifiesto de manera especial en el sacramento de las Órdenes Sagradas.
La belleza del rito de ordenación
El sacerdocio es hermoso porque Jesús recrea al sacerdote de una forma nueva de modo que el ser anterior muere. En la ordenación, el sacerdote se postra ante el altar. Está acostado allí como si muriera y se levantase con la resurrección, hacia la novedad de haber sido cambiado en lo más profundo de su alma a imagen de Cristo Sacerdote.
Se levanta para recibir, a través de la imposición de las manos, el don de ser la persona misma de Jesucristo, el Sumo Sacerdote. Él ha sido cambiado en lo más profundo de su alma: nada puede quitarle eso. Se recibe de una vez y para siempre.
Y luego viene la imposición de las manos. Cuando se postran estos hombres dicen: “Estoy dispuesto a ver morir a mi antiguo yo y deseo mucho ser uno nuevo”. Esa es su oración. La postración en las manos de Dios es una respuesta. La imposición de las manos se hace en silencio. No hay palabras conectadas a esto. No se debe decir nada, porque es el momento en el que el Espíritu Santo cambia nuestra alma.
Ese es el momento, junto a la oración de la Iglesia que sigue, cuando el Espíritu Santo susurra algo que sólo él puede entender, porque el Espíritu Santo aprecia todo lo que ha pasado antes en la vida del hombre. Aprecia todas las alegrías y todos los sufrimientos., Conoce cada uno en lo más hondo del alma y durante la postración el Espíritu Santo le dice algo a él que solo él puede entender. El asunto final del mensaje que es susurrado es: “Me perteneces por completo a mí ahora”.
Y luego viene la unción con el crisma. El sacerdote extiende sus manos y es ungido con el crisma, con el aceite de la alegría, el aceite que lo hace “el ungido”, el aceite que lo hace otro Cristo. Es un signo de la santidad y la fuerza que el Señor le da a él en el Sacramento de las Sagradas Órdenes. Las manos se convierten en las manos de Cristo. El resto de él, también. Él es en la persona de Jesucristo.
Luego de ungirlo con el santo crisma, el nuevo ordenado recibe el cáliz y la patena: recibe los dones que el pueblo que serán ofrecidos a Dios. En este punto, se da cuenta de la belleza, como el autor de la Carta a los Hebreos describe, de ser mediador entre Dios y el pueblo. Dios ha designado a sacerdotes para que actúen en nombre del pueblo en todas las cosas que pertenecen a Dios. Dios coloca al sacerdote entre Él y Su pueblo.
Jesucristo quiso que el pueblo sea salvado por mediación del sacerdote. No solo quiso que salieran a los bosques y las ciudades para lo que sea que encontraran allí. Eso podría ser muy bonito, pero la salvación viene a través del sacerdocio ordenado. Esa es la forma que Jesús quiso. Jesús no quería que la gente esquive a sus sacerdotes, por más indignos que seamos.
Buscando a Jesús en la Iglesia
Recibo algunas cartas y, frecuentemente, terminan así: “¿Por qué no hace lo que Jesús haría?” Bueno, estoy tratando de hacer lo que Jesús haría, pero no tengo un acceso secreto a Él en el que me pueda decir directamente qué cosa hacer.
El Santo Padre Francisco ha estado diciendo repetidamente: No puede separar a Jesús de la Iglesia. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo llena del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el Espíritu Santo de Jesucristo, no otro espíritu. Si queremos saber lo que Cristo haría, debemos hacerlo a través del Espíritu Santo y la Iglesia.
El Papa Francisco dijo la semana pasada que “es peligroso buscar a Cristo fuera de la Iglesia”, no se puede ser más claro. Es peligroso. Y estamos en un mundo en el que incluso muchos católicos están buscando a Jesús fuera de la Iglesia y eso es peligroso. Cristo quiere que se relacionen con Él de una forma especial a través del sacerdote y a través de la Iglesia. Eso es muy pero muy importante.
La semana pasada, el Papa Francisco también dijo “si molestamos a la gente, ¡bendito sea el Señor!”. Él no nos estaba pidiendo que saliéramos a fastidiar a la gente para divertirnos, pero a veces es necesario molestar a las personas. Tenemos que molestarlas si es que se molestan cuando les decimos la verdad. No podemos invitar a la gente a que siga de largo ante esto. Jesucristo conquistará al mundo con Su verdad, con nada más.
Vamos a tener que decir la verdad, con amor, sobre la anticoncepción artificial y el aborto, vamos a tener que decir la verdad, con amor, sobre las uniones del mismo sexo. Tienen que decirlo. Si a la gente le molesta, dijo el Papa Francisco “¡bendito sea el Señor!” porque estamos cuidando su salvación. Y los católicos que piensan que estas cosas están bien, de algún modo, están en peligro de perder su salvación. No podemos titubear respecto a esto.
Amen a la Iglesia. No dejen que la gente separe la Iglesia de Cristo. No permitan que la gente diga que la Iglesia hace algo pero Jesús haría algo distinto. ¿Cómo podrían saber? El Espíritu Santo es el que dirige a la Iglesia. El Espíritu Santo es el espíritu del Señor Jesucristo. Lo que Jesús quiere para nosotros pasa a través de la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo. Y es muy peligroso buscar a Jesucristo fuera de la Iglesia.
La relación con María
Por último, una de las grandes fortalezas de ser sacerdote que al estar en persona de Cristo, Dios le da al sacerdote una relación filial muy especial con María.
María es la más grande ayudante en la batalla contra el mal. María es la más grande y más tierna protectora ante la tentación. María es la que viene en nuestra ayuda en la hora de nuestra muerte.
Como Jesús estuvo relacionado a ella, también el sacerdote que es en persona de Jesucristo, recibe el don de esa relación. Ella es la mejor intercesora, su más grande ayudante cada día, y todos sabemos cuánto Jesús ama y escucha a Su madre.
¡Qué hermosa es la postración y la elevación a la nueva vida que ella significa! ¡Qué hermosa es la imposición de las manos y la posesión que hace Jesucristo del sacerdote y lo que ella comunica! ¡Qué hermosa es la unción con el aceite y la verdad sobre la santidad que muestra! ¡Qué hermosa es la presentación de los dones del pueblo de Dios que a su turno serán presentados a Él por el sacerdote, el mediador! ¡Qué hermoso es que el sacerdote esté llamado actuar en nombre del pueblo en todas las cosas que pertenecen a Dios! Qué gran responsabilidad. ¡Qué hermoso es que a veces estemos llamados molestar a la gente para así ayudarla a que se salve! No tengan miedo. ¡Qué hermoso es que nuestra constante compañera en el camino sea María, la madre de los sacerdotes!
Gracias por darse el tiempo para leer esto. Que Dios siga bendiciéndolos, a través de la intercesión de la Santa Madre. ¡Alabado sea Jesucristo!