Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos Amigos,
El fin de semana pasado en Baraboo, ordené a Scott Jablonski en el diaconado y estoy muy agradecido a Scott y al P. Jay Poster y a los fieles en Baraboo por su grandiosa acogida y el gran esfuerzo realizado en la preparación de la Misa. Aquí me gustaría contar algunas cosas que compartí con nuestro nuevo diácono y los feligreses en ese lugar, compartiéndolas ahora por este medio a todos los fieles:
Hijos del obispo
Los diáconos y los sacerdotes de la diócesis son todos, de una manera especial, hijos del obispo. Y a pesar que las edades no encajan precisamente para todos los sacerdotes y diáconos, esto funciona bien en el caso del Diácono Scott.
Y es por eso que es una bendición tan grande ser un obispo, incluso con todo lo demás que conlleva el ministerio; es tan maravilloso porque el obispo puede llamar al diácono o al sacerdote, “mi hijo”.
Este año, en el Año de la Fe, hemos estado hablando de la belleza de nuestra fe — la belleza que se muestra en las obras de caridad (en las que muchos de ustedes trabajan tan bien como comunidad cristiana), la belleza expresada en la liturgia, la belleza que se manifiesta en la Verdad de Jesucristo que recibimos mediante la Iglesia y en la que creemos.
Nuestra vida de la fe es una vida en la que nos encontramos rodeados de la belleza. Y la belleza de nuestra vida de fe es una vida que ha sido captada de manera hermosa por las Escrituras que se leyeron en cada una de nuestras parroquias este fin de semana que pasó – Escrituras que se aplican también de manera hermosa al Diaconado.
Y así, desde nuestras Escrituras, y en el espíritu del Papa Francisco, tenemos que considerar tres palabras: Testimoniar (una palabra buena y fuerte), Ascender (una palabra misteriosa) y Sacrificio (palabra que es particularmente poderosa en nuestras vidas como discípulos de Jesucristo).
Testimoniar la verdad
La Primera Lectura de este fin de semana pasado (Hechos 5:27-32, 40b-41) se trataba en su totalidad de esa palabra: testimoniar. Miren lo que los Apóstoles pudieron hacer; antes que venga en Espíritu Santo, en el Cenáculo, tenían miedo de sus propias sombras. Pero, una vez que el poder de la Resurrección fue liberado sobre ellos, por medio del Espíritu Santo, le podían decir a la autoridad civil, política y religiosa (que operaba sin reconocer la Nueve Alianza): “¡Es mejor obedecer a Dios que obedecerte a ti!” Los apóstoles, llenos del Espíritu Santo, ahora tenían el valor — ¡tenían las agallas!
Vivimos en tiempos en los que, luchando por nuestra libertad religiosa, tenemos que predicar la palabra, tanto a las autoridades civiles como políticas.
Si el gobierno nos ordena hacer algo que no podemos hacer, se nos pone en la misma posición que si dijéramos, “es mejor obedecer a Dios que a ti”. Espero que todos estemos a la altura, como los apóstoles lo estuvieron. Los apóstoles pudieron elegir lo políticamente correcto, pero no lo hicieron.
Una de las tentaciones más grandes de nuestro tiempo es la tentación de ser políticamente correcto simplemente para ser más aceptados, de manera que podamos agradar a más personas. Los apóstoles no parecían preocupados por esto cuando se trataba de las verdades de la fe — ¡Ellos daban su testimonio!
¿Qué pasaba cuando los apóstoles eran amenazados? Les decían: “Si no dejan de hablar de esa manera, les vamos a dar una golpiza y algo peor”. Y los apóstoles les respondían, básicamente diciendo, “No, no podemos detenernos”.
Sucedió entonces que los apóstoles recibieron una buena golpiza (Hechos 4:40a) y luego continuaron dando su testimonio con mayor energía. Los apóstoles no se alejaban diciendo, “Oh… nos dieron una buena lección, no lo volveremos a hacer nunca más.” Más bien dijeron: “¡Agradecemos a Dios por haber sido considerados dignos del deshonor en nombre de ese Nombre!”
No existe otro Nombre que haya sido dado a las personas por el cual puedan ser salvadas. Es mucho mejor para nosotros si se nos deshonra en nombre de ese Nombre. Esto es testificar.
El nuevo diácono es un gran testigo
La belleza del oficio del diácono, incluye testimoniar –proclamando el Evangelio en la liturgia, ¡pero también proclamando el Evangelio en la vida diaria!
Entre sus amistades, en su trabajo, en sus visitas a los hospitales, en todas las cosas, el diácono ha de ser testimonio. Nuestro nuevo diácono Scott es un muy buen testigo — le encanta testimoniar, y es uno de los más agradables testigos que yo haya conocido.
El Señor le ha concedido dones tan maravillosos, que él ahora se ha puesto a disposición del Señor. Scott es testimonio y lo hace de manera natural, con facilidad, y en una conversación llega a atraer la atención de todos. Hay diversión y hay risa y buen humor, pero está el testimonio y el testificar.
Ayudar a los fieles a ascender al cielo
La segunda palabra en la que nos debemos enfocar es “ascender,” y la Segunda Lectura lo hizo particularmente bien, con la visión de Juan de haber sido llevado al cielo (Ap. 5:11-14), y estar contemplando todos los ángeles y a los santos y a todas las criaturas vivas que rodeaban el trono del Cordero que fue degollado y proclamaban Su gran Gloria. Este es el momento celestial del “Por Cristo, con Él y en Él…” de la misa.
Parte de la belleza del Oficio del Diácono es el de ascender. El diácono tiene un lugar formal en el altar, donde se ofrecen las oraciones de las personas a Dios. El diácono lleva a delante y presenta los dones de las personas como un ofrecimiento al Señor.
Nuestro nuevo Diácono Scott es una persona muy reverente. Entiende que cuando está en el altar con el sacerdote, no estamos en la pizzería, y que es necesario adoptar otro estilo – el de una gran reverencia.
Y para desempeñarse con reverencia en el altar como un diácono, tienes que ser un hombre reverente, tratar a las personas con reverencia en tu vida diaria. Si el diácono trata a todas las personas con reverencia en sus vidas diarias, entonces cuando está en la presencia de Dios Todopoderoso, la reverencia con la que trata a Dios es mucho más intensa, debido a la virtud de la reverencia en la que se ha formado.
La palabra es ascender, porque en el alter, el diácono Scott ha de ser uno de los líderes de la comunidad a medida que ascienden al cielo – un lugar de total reverencia.
Y justo como nuestro nuevo diácono sabe bien cómo conducirse en el mundo del testimoniar, también sabe cómo ascender cuando es tiempo – de manera que las mentes y los corazones de las personas sean atraídos y elevados al mismo cielo.
Sin cuidados terrenales en la Misa
Qué cosa más bella es que las personas, tan solo por unos momentos, sean capaces de dejar de lado sus cuidados terrenales y puedan ascender al cielo y, como dice el bello himno de Pascua: “Bienvenido sea el Rey de Todos, que viene escoltado por ángeles, por hordas innumerables de ángeles. Dejemos de lado todos nuestros cuidados terrenales para que podamos acoger al Rey de Todos”.
Reverentemente, el diácono Scott acepta, comparte y lleva consigo los cuidados de las personas día a día, pero ahora también va a mostrar y enseñar a las personas, por reverencia y por su deseo de ascender, que existe un momento en el que pueden liberarse de esos cuidados terrenales porque el cielo está intensamente presente en ellos y que están intensamente presentes para todos los ángeles y los santos en el cielo – precisamente en la misa.
El diácono testimonia, pero el diácono también asciende; es parte de la belleza del diaconado.
Los diáconos también se sacrifican por la Iglesia
Y, por supuesto, el diácono se sacrifica. Él no ofrece el Único y Eterno Sacrificio de Cristo como sacerdote. (¡Todavía! — pero ya le llegará el momento al diácono Scott), pero se prepara sacrificándose personalmente. Profundiza su propio hábito de la vida como sacrificio. Este diácono en transición hace su promesa del celibato casto por el bien de las personas en su ordenación.
“Cuando llegues a viejo”, le dice Jesús a Pedro en el Evangelio de este domingo pasado. “extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.”
Y a pesar que el diácono Scott no es tan viejo, el Evangelio del día se aplica a él (Jn 21:1-19). En un cierto sentido, por su formación y ordenación, el diácono Scott se “está volviendo viejo” espiritualmente. Esa se convierte en una forma de vida para la persona consagrada al servicio de Dios.
No les puedo decir la última vez en la que tuve una semana en la que no me forzaron a ir a algún lugar donde no quería ir (cuando hubiera sido más fácil y más placentero estar en otro lugar).
Pero estoy feliz como una perdiz, porque no se trata de mí o dónde yo quiera ir – ¡se trata de Jesucristo y a dónde quiere que vaya! He encontrado una alegría, un gozo profundo, en estar dónde Él quiere que esté, que nunca pudiera encontrar otro lugar en el que me gustaría estar en ese momento.
El celibato como un sacrificio alegre
Jesucristo ató una soga alrededor del diácono Scott en el momento de su ordenación. El nombre de esa cuerda se llama “celibato”, y es tanto un fruto como una causa de la madurez espiritual.
Como todo hombre, Scott no quería otra cosa más que ser un gran esposo y un gran papá, pero Jesucristo le ha pedido que sacrifique eso, y le ha dado toda la gracia que necesita para sacrificarlo, y le ha amarrado una soga alrededor para que se mantenga en el camino.
Existe una Gracia del Bautismo intensificada que viene con la ordenación para vivir la vida del celibato por amor a Dios y a su pueblo. Le concede al célibe encontrar gozo en su sacrificio. Es una de las pruebas más fuertes de la existencia de Dios en el mundo, pues no hay otra manera de explicarlo.
El celibato es un don de sacrificio, entregado con gozo, para el servicio de Dios. Y, en cierto sentido, no se vuelve cada más fácil vivir una vida de celibato. Algunas personas piensan que el celibato se vuelve más fácil a medida que uno se hace más viejo, porque la “vieja llama” muere, por así decirlo.
De hecho, esa llama en efecto disminuye, pero otras realidades salen a la luz a medida que el sacerdote se va haciendo viejo y observa, por ejemplo, a la fiel pareja en el hospital – la esposa que nunca deja de estar al lado del esposo en su enfermedad.
Belleza del sacrificio
Esa fidelidad, como empieza a valorar el sacerdote más viejo, es la verdadera belleza del matrimonio. Y el célibe sacrifica esa compañía y sufre un cierto tipo de soledad que realmente es profunda a medida que envejeces. (No obstante, a menudo Dios suple esto mediante amigos maravillosos).
Por ello, el celibato sigue siendo un sacrificio difícil, pero mediante el hábito de la oración, el célibe recibe la fortaleza y la determinación de no intentar desamarrar esa soga que Dios ha colocado a su alrededor. El diácono es llamado al sacrificio, especialmente mediante el celibato, sin olvidarse nunca que el amor perfecto hace del sacrificio un gozo.
Testimoniar, ascender, y sacrificarse — en ello radica la belleza del diaconado. Es el regalo de Dios al Diácono Scott, y mediante ese regalo, Dios le concede a la Iglesia y a la diócesis un nuevo diácono y – te lo pedimos, por favor, Dios – ¡pronto un nuevo sacerdote!
Gracias por tomarse el tiempo de leer esto. ¡Que Dios bendiga a cada uno de ustedes! ¡Cristo ha Resucitado! ¡Verdaderamente, ha resucitado!