Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Rezo para que todos hayan tenido un verano de descanso . . . como parece ser, tristemente, ¡estamos llegando a los últimos días! En mi caso, tengo la esperanza de que el invierno sea no muy fuerte. Sé que puede ser una esperanza tonta, pero ¡soy un hombre de esperanza!
Considerando las lecturas del domingo pasado, creo que es muy importante que reflexionemos juntos, nuevamente, sobre el tema de la corrección fraterna, que es sobre lo que la primera (Ez 33:7-9) y la tercera (Mt 18:15-20) lecturas nos hablaron.
La corrección fraterna es la manera en que nos corregimos unos a otros como hermanos y hermanas en Cristo. Lo hacemos no con arrogancia, ni con desprecio, sino con amor. La corrección fraterna en la Iglesia es un servicio de amor.
En nuestros días y en esta época, nadie quiere corregir a nadie (a menos que sea anónimamente, alguien que no conocemos y en un foro en línea, que ciertamente no es corrección caritativa). Corregir a alguien directamente, alguien a quien conocemos, requiere que expliquemos lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno y lo que es malo. Nadie quiere hacer eso porque “tú tienes tu propia verdad y yo tengo mi propia verdad y podemos coexistir pacíficamente y ¡todo es maravilloso!”. . . excepto que no es así. Es un mundo confundido.