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Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Mientras escribo esta columna, estamos llegando rápidamente al Cuatro de julio, cuando celebramos como nación nuestra independencia y libertad- Es esta libertad la que nos ha dado un gran espacio para florecer como raza humana y como nación, pero es una libertad delicada, construida en la presuposición de que nosotros como nación elegiremos ejercer nuestra libertad de un modo en el que avancemos hacia lo mejor.
En días recientes y en los últimos años, creo, hemos visto como aumenta la evidencia de que nuestra capacidad de elegir lo bueno ya no se puede dar por descontada.
Amenazas a la libertad religiosa
Tal vez el ejemplo más claro de esta evidencia sean las amenazas a nuestra libertad religiosa. Desde la fundación de nuestra nación (y una gran porción de la razón para los cimientos de nuestra nación) se nos ha garantizado la oportunidad de buscar el bien de la vida eterna y vivir nuestras vidas de acuerdo a los que creemos Dios Todopoderosos nos ha pedido.
Como cristianos creemos que el Señor Jesús, deseando atraer a todos a Él y al Cielo, nos dijo “vayan y anuncien a todas las naciones”. Él no dijo “quédense en el cuarto de arriba”, sino vayan a todos. Él nos enseñó a encontrarnos con todas las gentes con la Buena Noticia que hemos recibido.
En consecuencia con esta misión que Jesús nos ha dado, tratamos de predicar la Verdad siempre y en todo lugar: no solo en las iglesias el domingo y no solo en nuestros hogares, sino en nuestros lugares de trabajo y recreo, en los mercados, en los negocios de los cristianos y en la esfera pública.