Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Supongo (luego de toda la cobertura aquí, así como con el buen y justo artículo de Doug Erickson en el State Journal) que no es una sorpresa para ustedes que he cumplido 10 años como Obispo de Madison.
Estoy muy agradecido a Dios por haberme dado la bendición de estos 10 años de servicio en esta Iglesia local y estoy muy agradecido a todos ustedes. Gracias por sus oraciones, su fe, su aliento y, sí, su crítica constructiva durante estos años. Dios mediante, estaré otros diez años más con ustedes y espero que podemos seguir haciendo grandes cosas juntos: siempre con Su gracia y Su ayuda.
Comunicarse con la gente de la diócesis
En los últimos diez años muchas buenas personas –ya sea a través de cartas o en persona, en Misas o eventos en la diócesis– me han dicho, “Obispo, queremos ayudar, pero no estamos seguros de hacia dónde va usted. ¿Qué está tratando de hacer?”
Parece, veo al hablarles a ellos, que mucha de la confusión viene de mi forma de hablar distinta a aquella a la que estaban acostumbrados: hablo en voz alta y de manera directa, en una cultura que se ha obsesionado con la idea de la “tolerancia” (que significa nunca decir la Verdad) y nunca decir nada que haga que la gente se sienta incómoda.
Entonces, eso es algo que golpea a la gente. Además, creo, las tensiones en nuestro país han creado tal división que muchos buscan leer los comentarios o las declaraciones a través de un lente político. Creo que este es el caso en un Madison políticamente cargado. Combinado todo esto con nuestros medios de comunicación condicionados, con mis propias faltas y mi tendencia a hablar como el maestro de filosofía que vive en mí, y veo que ciertamente existe la confusión.