Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos.
El jueves pasado por la mañana cuando volvía de Roma a Madison, el Papa Benedicto era aún el Obispo de Roma y el Papa de la Iglesia Universal; para cuando llegué a Estados Unidos a mitad de la tarde, la Sede de Pedro estaba vacía. Todo mientras estuve en el aire y se daba el más significativo episodio en la historia de la Iglesia, que el mundo también ha vivido. Tengo que admitir que el sentido de vacío de la Sede de Pedro, debido a la renuncia del Papa Benedicto, me dejó y me deja con un sentimiento que nunca antes había experimentado.
Y así, ¿qué nos toca hacer ante esto? En primer lugar, no puede haber duda de que el Espíritu Santo obrará en el Colegio de Cardenales para elegir al siguiente Obispo de Roma y Papa de la Iglesia Universal. Además, no puede haber duda de que el Espíritu Santo obrará en el siguiente Papa por el bien de la Iglesia. En tercer lugar, no puede haber duda de que el Papa Benedicto, tomó esta decisión en este momento de su vida en oración, muy sincera, muy sopesada y muy atentamente. Todas las razones de esta decisión suya (mientras son sujeto de infinitas especulaciones) probablemente nunca se sepan de hecho, pero las primeras tres consideraciones deben estar fuera de toda duda.