Queridos amigos:
Mucho se desprende de nuestra celebración de Semana Santa, culminando, por supuesto, en la celebración de la Resurrección. La celebración de Pascua, en la que nos encontramos ahora, verdaderamente es el centro y manantial de todo nuestro año.
Uno de los eventos en el corazón de la Semana Santa es la Misa Crismal, cuando junto a mis hermanos sacerdotes y fieles de la diócesis nos unimos para bendecir y consagrar los Santos Óleos que serán usados en los sacramentos para el próximo año. Es un momento intenso y un buen inicio considerando nuestra misión de Pascua.
Sacerdocio de los bautizados
Durante la consagración de los óleos rezamos lo siguiente: “dejemos que el esplendor de la santidad brille en todo el mundo, desde cada persona, lugar o cosa ungida con estos Santos Óleos”. Dense un momento para leer esta hermosa oración otra vez: “dejemos que el esplendor de la santidad brille en todo el mundo, desde cada persona, lugar o cosa ungida con estos Santos Óleos”. Esto se refiere a la iglesia, al altar, a los diáconos y sacerdotes que han recibido las Sagradas Órdenes, y se refiere también a ustedes, los bautizados y confirmados, que tienen su propio tipo de sacerdocio. Cada uno de los bautizados está llamado al sacerdocio, un hermoso tipo de sacerdocio que es muy distinto al sacerdocio ordenado. Pero ambos son necesarios y hermosos. Pasemos revista a eso.
En la Oración del Prefacio de la Misa Crismal rezamos: “Cristo ha dado da la dignidad real del sacerdocio al pueblo que ha hecho suyo…”. Aquí nuevamente la Iglesia enfatiza el sacerdocio real de los bautizados. ¿Qué significa eso? Significa que todos los ungidos en el Bautismo tienen un rol que jugar, “dejando que el esplendor de la santidad ¡brille ante todo el mundo!”