Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Para el tiempo en que lean esto (espero) nuestras elecciones ya habrán sido decididas, pero mientras escribo esta columna aún no hemos llegado al día de las elecciones. De muchas formas esto me alegra, ya que puedo escribir sin ser afectado por esos resultados. Al final del día, nuestra esperanza no reposa en algún candidato o partido político, y nuestro destino final no está en ningún sitio en este mundo. Nuestra esperanza está siempre en el Señor, nuestro Dios, y nuestro destino final es Su hogar, Su Reino.
Dependiendo en el hecho de quien gane o pierda las elecciones, nuestro trabajo se puede hacer más fácil o más difícil, pero sin importar quien gane o pierda, nuestro trabajo se mantiene invariable. Es nuestro trabajo como hombres y mujeres católicos hacer todo lo que podemos, para acoger cada vez más el don de Su Reino. La carrera por el cargo político se ha terminado, y hemos visto cuánto tiempo y energía (sin mencionar el dinero) se ha gastado para asegurar la victoria de este o de aquel hombre o de aquella mujer para el lapso de cuatro o seis años. Con esta perspectiva debemos preguntarnos a nosotros mismos ¿qué estamos haciendo en nuestra carrera hacia el Cielo? ¿Cómo podemos hacer algo menos que gastar el mismo tiempo y energía para lograr la victoria de la eternidad? El Apóstol Pablo usa la analogía de una carrera (1 Cor 9:23-27) para alentarnos en nuestros esfuerzos de “¡correr la carrera de modo que la ganemos!” ¡Y esa analogía también se hace verdadera!