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Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la diócesis de Madison. Cualquier divulgación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
El jueves de la semana pasada comenzamos el Año de la Fe, que destaqué con una hermosa noche de oración, reunidos juntos con representantes de toda la diócesis. La reflexión que ofrecí a los presentes en realidad la pensé para todos en la diócesis y por eso la comparto con ustedes aquí:
Gracias a todos ustedes por venir juntos a disfrutar un tiempo de genuina oración juntos. Escuchamos en la lectura (2Pe, 1) que San Pedro recuerda, con hermosas palabras, su propia experiencia con Santiago y Juan, en el Monte Tabor en la Transfiguración de nuestro Señor. Fue un momento de anticipación de la gloria de la Resurrección, revelado de una manera inequívocamente poderosa: en la que Jesús, junto con el Padre y el Espíritu Santo se revelaron como Trinidad, como Luz. La luz de la aparición de Jesús en el Monte Tabor era enceguecedora. La suprema Verdad, la más poderosa luz que existe, la luz de la Santísima Trinidad, la luz de la Resurrección brilló magníficamente, de modo que Pedro, Santiago y Juan pudieron verla toda y dijeron: “es bueno para nosotros estar aquí”, así como hoy comencé esta noche: “es maravilloso que nosotros estemos aquí”.