Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la diócesis de Madison. Cualquier divulgación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Mientras escribo esta columna, llegamos rápidamente al feriado por el Día del Trabajo. Es, de varias formar, un hito agridulce para mí cada año, porque es señal de que están por acabar los días de sol y calor (¡aunque este año cualquier quiebre con el extremo calor es bienvenido!), y antes de que nos demos cuenta, estaremos en medio del invierno.
Al mismo tiempo, con gran velocidad cada año, Acción de Gracias parece correr luego del Día del Trabajo, y luego la Navidad, que es con seguridad un tiempo bendito.
El Día del Trabajo, sin embargo, no permite respirar y nos da una oportunidad para examinar nuestros esfuerzos y, yo propondría, para volver a aplicar en nuestro trabajo –sin importar lo que sea– el hecho de santificarlo alrededor nuestro. Todos y cada uno de los trabajos, ya sea criar a los hijos, trabajar como maestro, como vendedor, abogado o mecánico, debe ser un medio por medio del cual encontremos a Dios y testimoniemos Su preocupación por el mundo: y ese es mi primer punto.