Queridos amigos:
El fin de semana pasado celebramos el domingo Laetare, es decir el “Domingo de la alegría”. Como alguien que ve y lee muchas noticias, estuve tentado a no alegrarme y a no ponerme de un ánimo laetare, porque no hay mucho como para alegrarse.
La gran mayoría de noticias, de hecho, me deja de un ánimo muy triste. Honestamente temo mucho que nuestro país se encuentra en un camino muy pero muy peligroso. Temo que nuestro país esté escogiendo la oscuridad, en vez de la luz, y temo por las consecuencias de ello (como hemos escuchado en el Evangelio del domingo pasado, Juan 3: 14-21).
Pero, a decir verdad, eso no hace que evite alegrarme, porque mi vida no se trata de las noticias, y mi vida no lo es todo sobre este país, o incluso de este mundo. Lo principal en mi vida es Jesucristo, ¡quien ha resucitado de entre los muertos! Y esa es la razón por la que el Domingo pasado, a mitad de la Cuaresma, pudimos celebrar el “Domingo de la alegría”, ya que nuestra celebración de la Semana Santa está solo a tres semanas.