Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Para el tiempo en que lean esto (espero) nuestras elecciones ya habrán sido decididas, pero mientras escribo esta columna aún no hemos llegado al día de las elecciones. De muchas formas esto me alegra, ya que puedo escribir sin ser afectado por esos resultados. Al final del día, nuestra esperanza no reposa en algún candidato o partido político, y nuestro destino final no está en ningún sitio en este mundo. Nuestra esperanza está siempre en el Señor, nuestro Dios, y nuestro destino final es Su hogar, Su Reino.
Dependiendo en el hecho de quien gane o pierda las elecciones, nuestro trabajo se puede hacer más fácil o más difícil, pero sin importar quien gane o pierda, nuestro trabajo se mantiene invariable. Es nuestro trabajo como hombres y mujeres católicos hacer todo lo que podemos, para acoger cada vez más el don de Su Reino. La carrera por el cargo político se ha terminado, y hemos visto cuánto tiempo y energía (sin mencionar el dinero) se ha gastado para asegurar la victoria de este o de aquel hombre o de aquella mujer para el lapso de cuatro o seis años. Con esta perspectiva debemos preguntarnos a nosotros mismos ¿qué estamos haciendo en nuestra carrera hacia el Cielo? ¿Cómo podemos hacer algo menos que gastar el mismo tiempo y energía para lograr la victoria de la eternidad? El Apóstol Pablo usa la analogía de una carrera (1 Cor 9:23-27) para alentarnos en nuestros esfuerzos de “¡correr la carrera de modo que la ganemos!” ¡Y esa analogía también se hace verdadera!
¿Y cómo hacemos eso? Primero, por supuesto, lo hacemos involucrándonos en la Nueva Evangelización, para renovar nuestro encuentro y relación personal con Jesucristo y para convencer a nuestros hermanos y hermanas que han comenzado a descuidar su fe así como lo que nuestra fe enseña y también lo que Jesús está tratando de hacer en sus vidas. Hemos hablado sobre la Nueva Evangelización en anteriores columnas y lo seguiremos haciendo a través del año.
Pero la Verdad de nuestra fe también nace de las verdades escritas en los corazones de todo hombre y mujer, incluyendo aquellos que no conocen a Jesucristo. Y así tenemos que trabajar para convencerlos a ellos también. Tenemos que trabajar –y mucho– para despertar a la gente a las verdades escritas en sus corazones y trabajar duro para proteger la ecología de la naturaleza humana.
Seguir cambiando mentes y corazones
Aunque nuestras elecciones ciertamente importante y ciertamente son un camino extremadamente importante para efectuar el cambio en nuestro mundo, tenemos que seguir trabajado para lograr el cambio de las mentes y los corazones. La realidad es que sin importar el resultado de las actuales elecciones, lo que debe quedar claro es que hay grandes porciones de nuestra sociedad que están necesitadas de una conversión real del corazón, personas que están pérdidas y que necesitan la verdad y la sanación que sólo Jesucristo puede darles. Y me imagino que hay mucha fatiga luego de todo el esfuerzo y energía que lleva a las elecciones, pero como personas que realmente creemos que Jesucristo nos está llamado a la acción, tenemos que “correr y no permitir cansarnos” (Is 40:31) Nuestra carrera, la carrera hacia el cielo, continúa.
¿Entonces qué tenemos que hacer? Tenemos que trabajar para incrementar el respeto por la vida humana. Tenemos que trabajar y mucho para convencer a la gente que no hay vida, sin importar cuán pequeña, poco firme o anciana, a la que le falte dignidad y que pueda ser eliminada. Tenemos que trabajar y mucho para convencer al mundo de que el aborto, la eutanasia, el suicidio asistido y cualquier tecnología que destruya la vida humana no nacida –ya sea en su estado embrionario con la investigación de células estaminales, clonación, o las muchas vidas que se requieren para los procedimientos in-vitro– no respetan la dignidad humana y, de hecho, destruyen vidas y el tejido de nuestra sociedad. Estos no son asuntos políticos de los que oímos hablar sólo durante las épocas electorales. Tenemos que trabajar duro para cambiar los corazones en este aspecto.
Tenemos que luchar, y mucho, para generar consciencia por los derechos inherentes de la libertad religiosa y de consciencia, para que todo hombre y mujer pueda no sólo tener derecho a la vida, sino derecho a buscar la vida eterna. Ningún gobernador, ninguna administración tiene el derecho de impedir o negar el razonable ejercicio de la religión o de seguir la propia consciencia, por el bien personal de cada uno.
Tenemos que trabajar –y mucho– para ayudar a la gente a entender lo que es el matrimonio, de acuerdo con la naturaleza humana y con toda la historia humana, que es un hombre y una mujer que se comprometen el uno al otro por toda la vida, con la apertura a los hijos. Eso no significa rechazar el respeto hacia quienes experimentan la atracción hacia el mismo sexo, pero simplemente significa defender la institución del matrimonio que es muy necesaria para el bien de la existencia humana y de nuestra sociedad.
Y tenemos que hacer todo lo que podamos para llegar a nuestras familias y vecinos en la caridad. Para actuar en caridad, tenemos que ofrecerles amorosamente la verdad: las verdades de Jesucristo y la verdad de los asuntos morales de lo alto, pero también tenemos que llegar amorosamente a ellos en su necesidad, ofreciéndoles asistencia espiritual, emocional y material.
Cada uno de nosotros tiene que hacer algo
Mucho se ha hecho por la economía en las elecciones que ya han terminado, y cuya visión de nuestra economía será asistir mejor a la gente, incluyendo a los necesitados. Pero la realidad es que la cosa que más impacto puede generar es lo que cada uno de nosotros puede y debe hacer, en términos de cuidar de los necesitados, es HACER algo. Nuestro gobierno debe orientarse hacia el bien común de la gente, pero la realidad es que a nivel individual, tenemos que asumir la responsabilidad de cuidarnos unos los otros. De acuerdo a nuestra tradición de la Doctrina Social de la Iglesia, creemos que debe acompañarse a un nivel local: eso quiere decir comenzar con nuestras familias, nuestros vecinos y nuestras familias de fe. Tenemos que ser activos, a nivel comunitario, y necesitamos hacerlo hoy.
Estamos en el Año de la Fe, así que hagamos algo de eso, mientras estamos siempre llamados a colocar el amor por encima de todas las cosas. Las elecciones ya terminaron. Dispongámonos a la tarea del Padre y trabajemos por nuestro Rey.
¡Gracias por darse el tiempo para leer esto! Que Dios sigan derramando Sus bendiciones sobre ustedes y sus seres queridos. ¡Alabado sea Jesucristo!