Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Las lecturas del pasado fin de semana incluyeron el hermoso recuento de los Apóstoles cuando eligieron a sus “ayudantes” en su misión de caridad y justicia, y yo también tengo el gozo de acudir este viernes al altar y ordenar, al diaconado transitorio, a David Johannes, quien es simplemente un gran candidato y quien será un diácono y sacerdote sobresaliente.
En el otoño, Dios mediante, Mark Miller también será ordenado diácono en la Basílica de San Pedro en Roma. Él y David serán ordenados sacerdotes juntos en un año. Por favor recen por estos dos grandes jóvenes que asumen ahora su diaconado y llegan al año final de preparación para el sacerdocio.
De hecho las lecturas en este tiempo del año litúrgico están repletas de las obras logradas por los Apóstoles a través del poder del Espíritu Santo. El domingo que viene, nuestra primera lectura nos dará un vistazo a los momentos fundacionales de la institución del Sacramento de la Confirmación. Escucharemos de Pedro y Juan reunidos con las multitudes en la región de Samaria. La gente allí, nos dicen, había “aceptado la palabra de Dios” y se había bautizado en nombre de Jesucristo, pero el Espíritu Santo no había caído en ellos. Y por eso los Apóstoles fueron a esa región y “pusieron sus manos en ellos y recibieron así el Espíritu Santo”.
Confiando en el Espíritu Santo
No puedo dejar de pensar en la celebración del Sacramento de la Confirmación, aquí y ahora. He sido muy bendecido en las recientes semanas y meses ya que he estado en distintas regiones de la diócesis rezando con muchos de nuestros jóvenes hombres y mujeres, que recibieron el mismo Espíritu Santo que fue dado a la gente de la región de Samaria hace 2 000 años.
Estos excelentes jóvenes que han escuchado y aceptado la Palabra de Dios, han sido bautizados e instruidos por sus padres y maestros, y ahora vienen a recibir la plenitud del Espíritu Santo. Ahora, no pretendo que esto sea tan idílico como parece. Sé que muchos de esto jóvenes hombres y mujeres se enfrentan a tremendos desafíos y dudas. Para algunos, la “aceptación de la Palabra de Dios” está seguramente limitada por distintos factores. Rezo cada día bendito, y especialmente cuando tengo la oportunidad de estar con ellos, para que la Palabra de Dios avance más poderosamente en sus corazones, para que realmente se encuentren con Cristo resucitado cara a cara y sean transformados por Él.
Sin embargo, sus profesores los han preparado lo mejor que han podido, y confiamos mucho en el Espíritu Santo que vendrá con Su poder y gracia para transformar sus vidas. Me gustaría agradecer a todos los maravillosos hombres y mujeres –a quienes a menudo no se les agradece– que en toda la diócesis ayudan a nuestros pastores a enseñar la fe. Agradezco a nuestros directores y coordinadores de educación religiosa, a todos nuestros profesores, y por supuesto a todos los buenos padres, abuelos, patrocinadores y tantos otros que forman a la siguiente generación en la fe. El don que les dan, al ofrecerles una adecuada instrucción en la fe, es uno de los más importantes e invaluables que se les puede dar.
Los jóvenes reciben los dones de Dios
En los últimos años, nosotros como diócesis hemos estado trabajando para mejorar nuestras ceremonias de Confirmación, para hacerlas juntas regionalmente. El proceso sigue siendo perfeccionado y hay algunas áreas para el crecimiento en el camino (por ejemplo, necesitamos asegurar que la asistencia no sea seriamente limitada, usando iglesias con la capacidad suficiente en la región, o, si es necesario, añadir celebraciones donde sea necesaria). Pero, desde mi propia experiencia, y en palabras de los mismos jóvenes, nuestros sacerdotes, padres y patrocinadores, las ceremonias regionales de Confirmación han sido simplemente magníficas.
La poderosa acción que se da con los Sacramentos que se celebran solo puede mejorarse con la presencia de muchos jóvenes que de pie, hombro con hombro, reciben el Espíritu Santo y los dones del Espíritu. Muchos jóvenes me han dicho que nunca han tenido esa experiencia de fe. Doy gracias a Dios por ello y rezo para que esta experiencia los acompañe durante toda su vida de fe.
Que el Señor siga bendiciendo a nuestra diócesis, especialmente a nuestros jóvenes hombres y mujeres, que afrontan tales desafíos del “mundo, la carne y el demonio”. Que aceptemos, más y más cada día, la Palabra de Dios en nuestras vidas. Y que el Espíritu Santo venga con poder y gloria, a levantar nuestras mentes y corazones a Dios para que cuidemos los unos de los otros.
¡Que el Señor bendiga a cada uno de ustedes! Gracias por darse el tiempo de leer esto. ¡Cristo ha Resucitado! ¡En verdad ha resucitado!