Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Nota del editor: La siguiente es una transcripción de la homilía del Obispo Robert C. Morlino en las ordenaciones sacerdotales del viernes 6 de mayo en la Iglesia Santa María Goretti en Madison.
Tim, Jorge, “mis hijos” puedo decirles esta noche. Al llamarlos mis hijos, quiero agradecerles a sus padres, sus abuelos, sus familias, por mostrarles lo que significa ser un buen padre, mucho antes de que yo apareciera en la escena. Y quiero agradecerles por haberles mostrado a ustedes dos lo que es ser un hijo fiel.
Todo eso entrará en juego en los días, meses y años por venir. Estoy casi tan orgulloso de ustedes esta noche como sus queridos padres lo están, pero no tan orgulloso (creo que no podría manejarlo) pero sé lo orgullosos que están ellos y yo, ciertamente, estoy orgulloso. Estoy muy agradecido a sus queridos padres y sus familias, por su generosidad en darle a la Iglesia tan maravilloso y generoso don.
La Iglesia en Madison los necesita desesperadamente a ustedes. Tim y Jorge, van a ser jóvenes sacerdotes que tomen la Palabra del Señor, como su escudo y lidien con las fuerzas del mal en el mundo, a través de las dimensiones del sacerdocio. Todos nosotros en la diócesis rezamos mucho esta noche, contamos con que ustedes permitan al Señor poner por obra Su plan a través de ustedes, en los días y años futuros.
Ha pasado buen tiempo desde que tuve una ordenación sacerdotal al inicio del mes de mayo, y me di cuenta de que tal vez debería hablar sobre nuestra Santa Madre y el sacerdocio (ya que mayo está dedicado especialmente a ella). Entonces, al comenzar la semana, me llegó un correo electrónico de uno de nuestros sacerdotes que fue ordenado hace casi un año y que está terminando sus estudios en Roma, el P. Greg Ihm.
El Padre Ihm me contó y compartió conmigo la maravillosa experiencia que tuvo en la Beatificación del Papa Juan Pablo II el Grande. Greg me dijo que, dentro de todo, vio más claramente la necesidad de ser siempre un sacerdote de María, como lo fue el Beato Juan Pablo. El Padre me dijo: espero que usted y yo recemos el uno por el otro y hagamos lo necesario para que nos convirtamos, en este mes y siempre, en sacerdotes de María.
Si lo piensan, ¡el correo del Padre Greg es casi como si un sacerdote recién ordenado le estuviese dando consejo espiritual al Obispo! El Obispo necesita una buena dirección espiritual (y agradece a Dios que la tiene), pero creo que uno de los cambios más maravillosos en la actitud que se ha dado desde el Concilio Vaticano II está en que los sacerdotes más jóvenes tienen un sentido que los sacerdotes más antiguos y los obispos necesitan algo de dirección espiritual de ellos. Diría, muy honestamente de mi parte, que mi formación como sacerdote no fue todo lo que debió ser, y aprecio mucho a cualquier sacerdote, incluyendo a los jóvenes, que me dicen que debo trabajar, en mayo y todos los días, ¡para ser cada vez más un sacerdote de María!
Madre de Dios, Trono de Sabiduría
María es la Madre de la Iglesia y ella es el Trono de Sabiduría. ¿Qué tiene que ver eso con el sacerdote? Como la Madre de la Iglesia, como decía el Beato Juan Pablo con tanta frecuencia, María es “la Memoria de la Iglesia”. Eso significa que solo ella atesora todo sobre Jesucristo en su corazón –desde el momento de su concepción– porque solo ella podía hacer eso.
María estuvo allí, cubierta por la sombra del Espíritu Santo y se le dijo que iba a ser la Madre de Jesús. Estuvo allí, cubierta por la sombra del Espíritu Santo, con los Apóstoles, cuando la Iglesia nació. María estuvo allí cuando aquellas indispensables memorias del trabajo de Jesucristo en la primera Iglesia reformamos. Y ella sigue siendo depositaria de todas esas memorias. Verdaderamente ella es la “Memoria de la Iglesia”.
Tim y Jorge, nosotros los sacerdotes necesitamos ser una “memoria de la Iglesia”, modelada como María. Ha corrido “mucha agua bajo el puente” desde la Bendita Asunción de la Madre y la muerte de aquellos Santos Apóstoles, pero en todo ese tiempo el Espíritu Santo ha estado trabajando continuamente en la Iglesia, es decir que el Espíritu Santo ha trabajado incesantemente de un modo que cobra sentido: Él no le enseña a la Iglesia una cosa, un año y 100 años después le enseña lo opuesto. Eso no puede ser. Por eso ustedes y yo necesitamos ser, con María y como María, la memoria de la Iglesia en términos de doctrina y disciplina.
Aclarando la confusión
Nadie puede negar hoy en día que hay una gran confusión en la Iglesia. Tuve una conversación justo la semana pasada con los miembros de nuestro Consejo Pastoral Diocesano (unos 20 maravillosos laicos de todas las áreas de la diócesis con quienes consulto porque son muy honestos y muy francos conmigo) y les dije: “hoy vamos a hablar sobre decanatos, ¿qué saben sobre ellos?” Me contestaron, “sabemos muy poco sobre ellos”. Incluso en el área más pequeña, tenemos mucha catequesis por dar, dada la duda y confusión que existen, y hay muchas áreas de las grandes.
Para ofrecer una enseñanza auténtica, sin embargo, hace falta que alguien, que con María y como María, actúe como una memoria de la Iglesia, para ofrecer, con amor amable pero con firme convicción, la Verdad. La continuidad de la doctrina y la disciplina, que ha estado presente desde el tiempo del mismo Jesucristo, se pone a su cuidado de una manera muy especial esta noche, y realmente necesito que me ayuden a compartirlo. Esa es la primera razón por la que ustedes deben permanecer muy cerca de María y ser sacerdotes de María, ya que ella es la Memoria de la Iglesia, la Madre de la Iglesia.
Fiat total
En segundo lugar, María es la Virgen más obediente, la Virgen más casta, y la Virgen más pura. Si iba a estar completamente a disposición de Dios, como lo estuvo, la absoluta pureza y la absoluta castidad eran la única opción para María. Para estar totalmente disponible al Señor, desde que el sol sale hasta que al final del día se oculta, en todo momento, todos los días, todos los años, tuvo que estar lista para estar sola con Él. Esa disposición para estar con Él tomó la forma de ella, como lo hace con ustedes, para vivir la obediencia y la castidad, la vida virginal. Esa es la manera especial de María de decirle al mundo, de decir al Cristo y a la Iglesia, que ella le pertenece completamente a Dios, y que la Existencia de éste es real.
Esto está muy conectado, por supuesto, a la imposición de manos en la ordenación. La imposición de manos es siempre hecha en absoluto silencio, para que Jesucristo mismo pueda decirles, a través de su Espíritu Santo, de una manera posible solo para Él por el modo único en el que Él los conoce a cada uno: “Tú me perteneces completamente”. Ese es el poder de la imposición de las manos.
Así que pueden hacer su mejor intento para pertenecer completamente a Cristo, respondiendo obedientemente al llamado, que incluye la vida casta del celibato. Es porque somos obedientes a Cristo, que fue casto y célibe, que aceptamos el celibato casto como nuestra manera de vivir. La obediencia viene primero, y el celibato es una de las instancias, probablemente la más fuerte, en donde están llamados a vivir esa obediencia. La que fue perfecta en obediencia y perfecta en castidad fue Nuestra Señora, y así en vuestra castidad y obediencia, deben querer ser sacerdotes de María, todos los días. Si nunca la olviden, ciertamente ella nunca los olvidará. Ella siempre es la guía más segura para llegar a su Hijo, Jesucristo.
A Cristo por María
En tercer lugar, María es la Madre de la Eucaristía, y como el Beato Juan Pablo el Grande decía: “el camino a la Eucaristía siempre pasa a través de María”. Él quiso decir de manera muy sencilla que Jesús tomó su cuerpo y su sangre de María en este mundo. Su cuerpo y su sangre fueron tomados de los de ella, y por eso es la Madre de la Eucaristía, y por eso es el camino hacia la Eucaristía siempre pasa por María, y esa es la razón por la que ella es recordada por encima de todo en la Eucaristía, que está dirigida al Padre, a través de Cristo en el Espíritu Santo.
Entre todos los seres humanos, María es recordada como la primera en la oración eucarística. Ella es la cristiana perfecta, la perfecta testigo, el ser humano más santo y el más grande que alguna vez ha existido, y María quiere acompañarlos a ustedes a la Eucaristía, en la que mencionan su nombre prominentemente.
Sé que puedo confiar en ustedes para caminar, cada día con nuestra Santa Madre, al altar del Señor a ofrecer su Sacrificio. Solo piensen, mientras estuvo ella al pie de la cruz, cuando Jesús ofreció Su Sacrificio, así que ella también quiere estar de pie con ustedes, cada día bendito. Algunos de esos días serán verdaderamente a los pies de la cruz, y lo sabrán, pero también sepan que todo eso está en el “contrato” y saben que María está con ustedes, como lo estuvo con su Hijo.
Caminando con María
Finalmente, María es y fue un ejemplo de oración, y eso también nació de su obediencia. Porque ella dijo “Sí” al Señor y también “Soy completamente tuya”. Toda su vida fue una oración. María fue capaz de decir “sí” y realmente vivirlo. Nosotros decimos “sí” y queremos en verdad que sea cierto, pero a veces realmente significa que es un hueso duro de roer, eso es la vida. Pero al final, seremos juzgados, como sacerdotes a la luz de la santidad con la que hayamos respondido, en los términos en que Dios nos llamó. Ser recompensado como sacerdote a veces significa una cena gratis en un restaurante local, y nos encantan, pero al final, nuestra recompensa como sacerdotes será decidida por nuestra santidad ante Jesucristo. María logró eso perfectamente, y ciertamente más perfectamente que cualquier otro ser humano.
Así, caminar con María todos los días, en la oración, y dejarla estar con nosotros al pie de la cruz, en el altar de la Eucaristía, estar determinado con ella en nuestra obediencia y en nuestro celibato, y ofrecer al mundo entero la memoria de la Iglesia, de la que ella es depositaria, eso es bastante el sacerdocio. Es un sacerdocio (como alentó el Padre Greg) que es de María.
Puedo decirles por mi experiencia, que ser un amigo cercano de María es esencial para llevar a cabo el trabajo del sacerdocio con alegría. María ofreció toda su vida con alegría, fue la Madre de las penas, pero también es la Madre de la Alegría de la Resurrección. Ella nos acompañará cuando compartamos las penas de su hijo en la cruz, cuando seamos testigos de las penas de nuestra gente, y compartirá con nosotros la alegría de su Hijo Resucitado.
María nos ayudará a estar sintonizados con el Espíritu Santo como ella lo estuvo, para que la oración brote todos los días de nuestros corazones, en donde solo el Espíritu Santo puede habitar. Porque ustedes han sido consagrados, a través de la oración y la imposición de las manos, el Espíritu Santo hace una alianza con ustedes para que sea Él quien eleve sus corazones y sus manos, al ofrecer el sacrificio puro al Señor y guíe a otros hacia Él, y María estará también a su costado.
Y así hoy, y todos los días de su sacerdocio recemos juntos: “María, Madre de la Iglesia, Ruega por nosotros. María, Trono de Sabiduría, Ruega por nosotros. María, Madre de la Eucaristía, Ruega por nosotros. Virgen Castísima, Ruega por nosotros. Virgen Obedientísima, ruega por nosotros. María, Madre de los Sacerdotes y ejemplo de oración, ruega por nosotros. Amén.
¡Cristo ha resucitado, en verdad ha resucitado! ¡Aleluya!