Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
El Evangelio del último domingo está dirigido a aquellos que están demasiado preocupados por el mañana. Esa es la razón por la que Jesús se dirige a ellos como “vosotros de poca fe”. Si ellos hubiesen estado donde Él querría que estuvieran en su relación con Su Padre y con Él, no les habría dicho eso de “poca fe”. Debido a nuestra humana debilidad y fragilidad, sin importar la fe que tengamos, desde el punto de vista de Dios siempre será “poca”, pero cuando Jesús usa esta expresión para dirigirse a alguien indica un momento de desafío para crecer.
Una de las medidas de nuestra fe está en “¿qué tanto tú y yo nos preocupamos por el mañana?” ¿Por qué no es bueno preocuparse por el mañana como mi principal prioridad? Ciertamente es una de nuestras prioridades, pero obviamente tenemos que estar preocupados por poner comida en la mesa de nuestra familia, y ropa en sus espaldas, y un hogar sobre sus cabezas. Es la responsabilidad sagrada de los padres “preocuparse” por estas cosas. Lo que Jesús dice no ofrece receta alguna para una vida libre de cuidados, donde las responsabilidades personales puedan ser olvidadas y dejadas a un lado. Pero nuestra principal prioridad no puede ser nunca preocuparnos por el mañana, si es que nos hemos encontrado con Jesucristo, resucitado de entre los muertos.
Mientras más nos preocupemos por el mañana como nuestra principal prioridad, más necesitaremos colocar a Jesús primero, porque Él es nuestra principal prioridad.
Si él es nuestra principal prioridad, ¿por qué nos preocupamos por el mañana? Deberíamos preocuparnos por eso “con moderación” y confrontándolo con el panorama completo. Nos preocupamos por el futuro, sabiendo que esa preocupación no añade ni un milisegundo a nuestras vidas. Cuando Cristo es nuestra prioridad, todas las preocupaciones que surgen de nuestras responsabilidades pasan a un segundo lugar. Y eso significa que tenemos una paz que está más allá de todo entendimiento y que guarda nuestras mentes y nuestros corazones en Cristo Jesús.
Hacer que Cristo sea nuestra principal prioridad
Cuando tenemos esa paz, esa serenidad, esa tranquilidad, entonces podemos pensar bien, con la maravillosa inteligencia que Dios nos ha dado. Si estamos preocupados y emocionalmente distraídos con algo, no vamos a poder pensar claramente ni estar con la mente en Cristo.
La mente de Cristo siempre es pacífica, serena. Es una mente a la que todos nosotros, como discípulos de Jesús, estamos llamados hoy en día –especialmente los fieles laicos–, ustedes están llamados a esa paz y serenidad cada día bendito.
Cuando ustedes, como laicos, hacen de Cristo su principal prioridad, se convierten en receptores de Su paz, y así todas las demás preocupaciones que surgen de sus responsabilidades se ven en contexto, y pueden pensar claro. Pueden pensar con claridad sobre su misión de cambiar el mundo para Cristo, para transformar nuestra cultura, haciéndola cada vez más como el Reino de Dios.
Mi responsabilidad como Obispo y sacerdote es ayudar a Cristo a formarlos a ustedes, para que puedan transformar nuestra cultura. Y la manera concreta en la que ustedes hacen eso es usando –así es– el proceso político para cambiar el mundo, para cambiar la cultura para Cristo. Pero, para hacerlo, su punto de partida tiene que ser esa paz que coloca a Cristo por encima de toda preocupación y deja a las preocupaciones por el mañana en segundo lugar.
Así que, lo primero que tenemos del Evangelio del domingo, es un examen de conciencia: “¿Es Cristo mi principal prioridad o estoy preocupado, distraído por el mañana?” ¿Cuál soy yo? Solo se puede tener una prioridad principal.
Encontrando el terreno común
Ahora, en la disputa entre los sindicatos y el gobernador, parece que hay un punto común, aunque no lo hemos visto en la cobertura mediática, ya que, desafortunadamente, extremistas del lado del gobernador y extremistas del lado de los sindicatos se están demonizando unos a otros. Esta es una tendencia de nuestra naturaleza humana caída, y es una típica táctica de organización de la comunidad, que ciertamente perturba la paz, para que las personas no puedan pensar claro y se emocionen
Como señalé en mi columna de la semana pasada, cuando las personas se emocionan y no piensan claro, es evidente que no hay un acuerdo sobre el significado de la palabra “justo”. Cuando estamos expresando nuestra emoción, entonces cada persona tiene su propia idea sobre lo que es “justo”. “Lo que es ‘justo’ para ti es justo para ti, lo que es ‘justo’ para mí es justo para mí”. Es la vieja dictadura del relativismo de la que el mundo se está cansando.
El terreno común entre los sindicatos y el gobernador está en sus sagradas obligaciones, al ser elegidos funcionarios y líderes, de busca el bien común. Ya sea que sean funcionarios estatales o funcionarios de los sindicatos, todos tienen la responsabilidad de buscar el bien común, por encima de todo. Los sindicatos no existen por sí mismos, existen por el bien común. El gobierno del estado no existe por sí mismo, existe por el bien común. El bien común es el terreno común para una solución justa y pacífica. Pero parecemos que hemos perdido eso de vista.
Y el “bien común” se refiere a un amplio rango de cosas. El bien común toma en cuenta los derechos de los empleados, pero también los derechos de los empleadores; y muy importante en este caso, los derechos de los contribuyentes; y más importante todavía, los derechos de los niños en las escuelas, los derechos de sus padres, especialmente el derecho de estos padres y sus hijos a la libertad religiosa, así como el derecho de los padres a ser los principales educadores de sus hijos. No podemos quitarles a los padres el derecho a criar a sus hijos como Dios manda.
El bien común incluye un amplio espectro de derechos que permiten a un grupo ser estable políticamente, la seguridad financiera, y ser capaz de defenderse a sí mismo. El bien común es bastante más que eso, pero ese es un resumen.
El gobernador tiene la obligación sagrada de asegurar que todo lo que haga contribuya al bien común. Y los sindicatos y sus líderes tienen la misma obligación, que es sagrada. Ese es el terreno común en este debate.
Evitando los extremos
¿Entonces qué ha pasado? En vez de tener fija la vista en el amplio espectro del bien común con claridad de mente, mientras diversos extremistas se demonizan unos a otros, el bien común se hace algo muy delgado. En este punto los trabajadores sindicales son demonizados y retratados como si estuvieran interesados en la avaricia y el poder y no en el bien común. Entonces, también se demoniza al gobernador, con gente diciendo que su visión del bien común solo es un presupuesto balanceado, sin tener en cuenta para nada el bien común general.
De este modo, los extremistas del lado del gobernador y los extremistas del lado de los sindicatos han reducido el bien común hasta convertirlo en una papa caliente política. Si el gobernador estuviese buscando quitarles sus legítimos derechos a los trabajadores, ciertamente estaría mal. Si los sindicatos estuviesen simplemente actuando con avaricia y propio interés, también estarían ciertamente mal.
Pero, con esa serenidad y paz que viene de creer en el Evangelio, ustedes tienen que sopesar el asunto desde el punto de vista más amplio del bien común y considerar qué posición tomar. No me corresponde decirles eso, me corresponde decirles cómo tomar partido por una posición, y eso es lo que estoy tratando de hacer.
Ustedes tienen que pensar bien este asunto. “¿Qué significa el bien común?” ¿Cuándo fue la última vez que pensaron sobre todos los elementos del bien común?} Y en este caso, tienen que decidir luego la mejor manera de alcanzar el bien común.
Guía de la Iglesia
No hay respuesta para lo que podría llamarse la enseñanza de la Iglesia en este caso. La enseñanza de la Iglesia no es el derecho del gobernador ni tampoco el derecho del sindicato. Algunos creen que la enseñanza de la Iglesia es “apoyar a los sindicatos siempre, en todo lugar, en toda situación, de manera incondicional” y esa es la forma en la que algunos han querido leer la carta del Arzobispo Listecki.
Sin embargo, esta no es la enseñanza de la Iglesia. La enseñanza de la Iglesia es precisamente lo que acabo de escribir, que no es mi opinión. Ustedes tienen que determinar cómo se sirve mejor al bien común. Deben rezar, reflexionar, juzgar y decidir.
Que Dios los bendiga a ustedes y sus familias. Gracias por darse el tiempo para leer esto. ¡Alabado sea Jesucristo!