Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Queridos amigos,
“De vuelta al colegio” y el “Día del Trabajo” significan para mí, entre otras cosas, estar de nuevo con mi columna con la regularidad que es posible en cada semana. Gracias a Dios, el verano fue para mí un tiempo de serena renovación sacerdotal. Por supuesto, hay problemas en la diócesis o en alguna parroquia que requieren la atención del obispo, y esa atención siempre está disponible. La gracia de la Oficina del Obispo me apoyó hermosamente en este verano de renovación sacerdotal y me gustaría ahora trazar el camino de esa renovación para esta primera columna luego del Día del Trabajo.
Los dos puntos importantes al principio del verano fueron dos celebraciones de ordenación: la ordenación del P. David Carrano y P. Gregory Ihm al sacerdocio, y la ordenación del diácono Jorge Miramontes y el diácono Tim Renz al diaconado: ¡qué bendición tendremos el próximo verano con la ordenación de los diáconos Renz y Miramontes al sacerdocio de Jesucristo!
La ordenación sacerdotal y la ordenación diaconal de diáconos transitorios (que es su último paso en preparación al sacerdocio) nos recuerdan las responsabilidades que cada sacerdote tiene en la persona de Jesucristo de compartir las responsabilidades sacerdotales de enseñar, gobernar y santificar. El sacerdote está llamado, por supuesto, a vivir y enseñar la Palabra de Dios. Está llamado a guiar a nuestro pueblo a una santidad cada vez más grande a través de la celebración de los Sacramentos y, especialmente, la Eucaristía, y está llamado a pastorear al pueblo de Dios en el sentido de gobernar mientras los atiende. El gobierno del sacerdote sobre el pueblo no implica algún tipo de “señorío sobre ellos” sino que es un servicio enraizado en el cuidado de Cristo por la salvación de Su pueblo.
Vivir la Verdad de Cristo
Por la salvación de todos nosotros es necesario profesar y vivir la Verdad de Jesucristo. Ha habido muchas confusiones sobre lo que precisamente es esta Verdad –especialmente en nuestro tiempo, desde el Concilio Vaticano II– y se han dado dos interpretaciones alternativas muy diferentes sobre lo que el Concilio ofrece a nuestro pueblo. El Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, que era uno de los expertos en el Concilio Vaticano II y el Papa Juan Pablo Magno, que era uno de los padres conciliares, han indicado como sucesores de Pedro que la interpretación que considera la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia como algo continuo y sin ruptura, sin discontinuidad y a través de la historia es, de hecho, la interpretación correcta. Por diversas razones, y ciertamente no por la mala voluntad de nadie, muchos aprendieron la interpretación incorrecta. La aprendieron de buena fe y se aferran a ella hasta ahora.
La necesidad de corregir el curso en este tema es tal vez el desafío actual más grande para el cumplimiento de las responsabilidades de nuestros sacerdotes de enseñar, santificar y gobernar –porque lo que se enseña, cómo se celebra la oración oficial de la Iglesia y cómo el sacerdote gobierna y pastorea difiere de acuerdo a cada una de las dos interpretaciones que compiten. He hablado de esto antes, pero cuando la gente tiene dificultades con su sacerdote, una de las primeras preguntas que debe hacerse es si todo está en armonía al recibir la correcta interpretación del Concilio Vaticano II– con aquella interpretación que considera al Espíritu Santo como presente sin interrupción en la historia, la doctrina y la disciplina de la Iglesia. Estas responsabilidades son cargas pesadas para los nuevos sacerdotes. Y nuestros nuevos sacerdotes y los que van a serlo son héroes por asumir un ministerio que, lo saben con certeza, será desafiante. ¡Que Dios los bendiga! Fueron la base de mi inspiración en este verano de renovación sacerdotal.
Oportunidades de acompañamiento
Enmarcado entre estas dos ordenaciones estuvo mi viaje a Roma para enseñar un módulo sobre la Teología del Sacerdocio del Papa Benedicto XVI. Los seminaristas estadounidenses de distintas diócesis se unieron a mí en el amor y la conciencia sacerdotal (todos en Cristo, por supuesto), de modo que otro momento de gracia nos fue dado, cerca al mismo Papa Benedicto.
El mes de julio trajo diversas oportunidades para disfrutar la compañía de muchos que han sido parte de mi vida y sacerdocio desde el comienzo. Hubo mucha comunicación con gente del Este de Estados Unidos. Crecí con algunos de ellos y muchos de ellos han sido mis alumnos: sus hijos e hijas son ahora alumnos de secundaria o universitarios. (Ciertamente no me hago más joven, ¡pero me siento muy bien!)
Algo muy central en mi renovación sacerdotal también fue mi visita, por primera vez desde que salí de allí hace siete años, a mi primera Diócesis de Helena, en Montana. Fue maravilloso visitar a mucha gente que fue y todavía es parte de mi vida en esa hermosa diócesis. Mientras rezamos por nosotros en la Diócesis de Madison y por nuestras propias necesidades, con humildad les pido que pongan a la Diócesis de Helena también en sus oraciones.
Arrodillarme en la Catedral de Helena fue también un regalo valioso del verano, lugar en el que fui consagrado obispo. Fueron momentos hermosos de recuerdos y de maravillosos momentos de gracia en el aquí y ahora. Fue una oportunidad para agradecer a Dios por la belleza de la Catedral del Obispo de Helena, que fue un maravilloso don para mí por casi cuatro años, y un momento en el que recé profundamente en mi alma por el futuro de una catedral donde el Obispo de Madison, quienquiera que sea en el futuro, presidirá y enseñará dignamente. La belleza de las montañas fuera de Helena es querida para mí y reflejan la presencia de su creador de una forma verdaderamente inolvidable.
Otro hito genuinamente importante del verano fue la reunión anual de nuestros seminaristas por casi una semana durante la primera parte de agosto. Nuevamente la esperanza, la alegría, la energía y el coraje que me inspiran estos jóvenes cada año constituyó un don irremplazable. Cada uno de nuestros seminarias es un joven muy inteligente y excelente, que están en pos de la santidad profundamente en sus vidas. No puedo creer cómo avanzan estos hombres en formación en su búsqueda y crecimiento en santidad, y siempre me siento apoyado por sus oraciones y afecto hacia mí como su padre. Eso parece ser una línea importante en la vida para este obispo en particular.
Celebrando instalaciones, aniversarios
Luego en agosto celebramos la instalación de m
i hermano-obispo, quien fuera antes Auxiliar de Milwaukee, ahora como Obispo de La Crosse. El Obispo Callahan es un Obispo alegre, santo, sabio y lleno de energía, y poder ver los comienzos de su ministerio en La Crosse me llevó de vuelta a mis primeros días aquí en Madison (fue bendecido al celebrar mi sétimo aniversario como obispo el 1 de agosto). La comunión fraterna como hermanos-obispos también es irremplazable como regalo por la renovación sacerdotal de cada prelado.
Luego, por supuesto, estuvo la maravillosa celebración del 30 aniversario de consagración episcopal del Obispo Bullock. El amor y el apoyo de tantos ese día constituyen un gran consuelo para todos nosotros, y ciertamente el Obispo Bullock sigue siendo una inspiración para mí en su fiel servicio y el amor por todas las personas a quienes ha servido.
Y, finalmente, el domingo pasado celebré el 175 aniversario de la St. Matthew’s Parish (Parroquia) en Shullsburg. Tales aniversarios siempre me traen a la mente a los sacerdotes que sirvieron en nuestras parroquias desde el comienzo, así como a los fieles que fueron los antepasados de esa parroquia maravillosa. Cada parroquia en la diócesis tiene una historia única que la trajo hasta el presente. Pero la comunión en el Señor y la fe, de acuerdo a las que rezamos y vivimos, es sustancialmente la misma. Tenemos el desafío del paso del tiempo para manifestar no sólo nuestro amor por, sino la continuidad en la fe con aquellos que estuvieron antes que nosotros. Los sacerdotes están siempre mejor cuando la gente a su alrededor está verdaderamente con ellos. Y los obispos están siempre mejor cuando sus sacerdotes están con ellos, porque entonces la comunidad parroquial que es guiada por el sacerdote o por los sacerdotes locales también estará cerca del pastor de la diócesis.
Existen muchas situaciones en la Iglesia en todo el mundo, no sólo en nuestra diócesis, que están lejos de ser perfectas. Pero su continuidad con la fe del pasado, alentada por la esperanza de que esta fe sea cada vez más fuerte en el futuro, puede mitigar y eventualmente “solucionar” cualquier problema. Luego de este verano, tengo que decir que nunca había estado tan dispuesto y esperanzado para continuar nuestro camino en la Diócesis de Madison.
Gracias por leer esto. Que Dios los bendiga a cada uno de ustedes y que nuestro año escolar y laboral se conviertan en un espacio en donde descubramos nuevamente a Dios en cada día bendito. ¡Alabado sea Jesucristo!