Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Espero que cada uno de ustedes haya tenido una bendita Fiesta de la Ascensión el fin de semana pasado, y con ustedes ¡espero con ansias la Fiesta de Pentecostés! Resalté la semana pasada que nosotros, como Iglesia, hemos dirigido nuestras mentes y corazones hacia Pentecostés y, ciertamente, con la Ascensión del Señor, estamos más alertas en nuestra anticipación de la venida del Espíritu Santo.
Viendo la descripción que hace San Lucas de la Ascensión, nos damos cuenta, con interés, de que los “dos hombres vestidos de blanco” que se aparecieron a los apóstoles luego de que Jesús ascendiera, les dicen “Hombres de Galilea, ¿qué hacéis allí mirando al cielo? Este Jesús a quien ven subiendo al cielo, volverá de la misma forma como lo han visto subir al cielo”. ¿Qué quiere decir que este Jesús volverá “de la misma forma?”
No sabemos de qué modo vendrá Jesús cuando venga en la gloria. Pero no se verá como Jesús “subiendo”, se verá como Jesús “descendiendo” o como si nosotros estuviésemos “subiendo”. Así que, si esto no significa que la apariencia será la misma, ¿qué significa que Jesús volverá “de la misma forma”? Significa que Jesús volverá de una manera igual de real. Será lo mismo en cuanto a su realidad concreta.
Recuerden que luego de la Resurrección, Jesús caminó y habló con sus apóstoles, Él estaba con ellos en el desayuno y comió pescado. Le dijo a Tomás “pon tus manos aquí en mi costado y en mis manos” y ve que soy real. Jesús era real en Su cuerpo resucitado y Él es real ascendiendo al cielo. Es muy concreto y real.
Una “visión” que puede tocarse
Quienes vieron la Ascensión no vieron ningún tipo de “visión” que no se puede tocar. El cuerpo resucitado de Jesús, que podía tocarse, estaba siendo llevado al cielo, para sentarse a la derecha del Padre. Era muy real. No era un evento imaginario y no era ningún tipo de visión.
San Lucas, en su Evangelio la semana pasada, dice que de la misma manera en que los apóstoles realmente atestiguaron la Ascensión de Jesús, “realmente serán revestidos con el poder de lo alto”. Jesús volvió, muy concretamente, así como los Apóstoles lo vieron irse. Cuando Jesús entró en nuestro mundo y en nuestra humanidad, el Espíritu Santo cubrió a María, Su madre, y Jesús se hizo carne en su vientre. Cuando Jesús vuelva nuevamente, en Pentecostés, ¿qué sucederá? El Espíritu Santo cubrirá a María nuevamente, junto con los apóstoles, y serán revestidos con el poder de lo alto. Y la Iglesia –la Iglesia concreta, real– nacerá.
Así como pudimos ver y tocar a Jesús en Su cuerpo resucitado, Él vuelve a nosotros de la misma manera real, concreta, en la Iglesia. Incluso con todos nuestros pecados, Jesús está presente, porque escoge estar presente. Y nuevamente en Pentecostés, el Espíritu Santo cubrirá a María y los apóstoles y Jesús se hará carne en su Cuerpo, la Iglesia, real y concreta. Así que, el lugar en donde se puede encontrar a Jesús en este mundo es, por encima de todo, en nuestra Iglesia, concreta y real.
María, “una vocación a la santidad”
Sí, al encarnarse con nuestra humanidad, hay pecaminosidad, pero también está la magnífica vocación a la santidad que vemos ejemplificada en María, la Madre de la Iglesia, el Modelo de la Iglesia, la perfecta discípula, el más grande ser humano que ha existido.
La Iglesia es el lugar real, concreto en el que Jesús vino nuevamente de acuerdo a San Lucas, y celebramos eso nuevamente en el Domingo de Pentecostés. Esa “nueva venida” es tan real como la Ascensión de Jesús. Y en ese sentido Jesús viene de nuevo tan concreta y realmente como Lo vimos irse, a través de la Iglesia, a través del Cuerpo de Cristo, a través del pueblo de Dios, con los apóstoles y Pedro, en comunión con los obispos y el Santo Padre. Allí es donde la Iglesia debe encontrarse, real y concretamente, y a través de la Iglesia, donde Cristo puede ser encontrado. Si alguien desea encontrar la presencia de Cristo intensamente, tiene que mirar a la Iglesia. Allí es donde Él es de la forma que Él quiere ser, real y concretamente, incluso si esa realidad está manchada por el pecado y por nuestras imperfecciones.
Rezar por los que reciben la Primera Comunión
Y eso nos recuerda que también queremos rezar nuevamente esta semana por todos nuestros jóvenes amigos que en estas semanas van a recibir a Jesús en la Santa Comunión por primera vez. Estos grandes hombres y mujeres que reciben la Primera Comunión son asumidos en la vida de la Iglesia de una forma nueva. Cuando reciben a Jesús, se convierten en tabernáculos, esos lugares en los que ponemos a Jesús luego de la Comunión. Todos nosotros estamos llamados a ser santos tabernáculos para Jesucristo. Estamos llamados a ser nuevas arcas de la alianza. Y cuando nuestra gente joven se convierta en tabernáculo por primera vez, también entrarán en una profunda comunión con el Cuerpo de Cristo, la Iglesia.
Cuando el sacerdote dice “Cuerpo de Cristo” y uno contesta “¡Amén!” uno dice: “sí” a la Iglesia, la realidad concreta, que es la forma en la que Jesús escoge para estar presente en nuestro mundo hoy. ¡Es una gran bendición esa! ¡A todos ustedes jóvenes caballeros y damas les repito que estamos muy orgullosos de ustedes, los felicitamos, y lo más importante, rezamos por ustedes y con ustedes!
Y recordemos cómo estamos llamados a encontrar a Jesucristo de modo real y concreto, a través de la Iglesia, y recordemos que nosotros, como parte del Cuerpo de Cristo, estamos llamados a ser santos tabernáculos de Cristo a través de Su Santo Espíritu. ¡Gracias por darse el tiempo para leer esto! ¡Dios los ama y ama a los suyos! ¡Cristo ha resucitado! ¡Alabado sea Jesucristo!