Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Quiero desearles a todos un Santo Triduo Pascual y una muy feliz Pascua. Que sea un tiempo gozoso y de oración para ustedes, sus familias y que les proporcione una fuerte experiencia del Señor Jesús, resucitado de entre los muertos.
Estamos llamados, todos y cada día, a invitar a las personas a conocer a Jesucristo, resucitado de entre los muertos. De manera muy real, esta es la misión de mi Episcopado aquí: es la misión establecida de mi personal y, por extensión, es verdaderamente la misión de cada uno de nosotros aquí y en los 11 condados de la zona sur-central de Wisconsin.
Para invitar creíblemente a nuestro prójimo a conocer a Jesucristo, resucitado de entre los muertos, tenemos que haberLo conocido. Así que estos días de Semana Santa y Pascua tienen que ser un tiempo especial para cada uno de nosotros, en el que estamos llamados a intensificar ese encuentro al que estamos llamados con Cristo resucitado. La adecuada celebración de la Semana Santa y la Pascua tiene todo que ver con la misión a la que cada uno de nosotros, por la naturaleza de nuestro Bautismo, está llamado.
Creemos cuanto rezamos. Y los discípulos de Jesucristo rezan intensamente durante la Semana Santa. Por eso espero que todos lo hagamos, para que podamos, con credibilidad, invitar a las personas a experimentar lo que se nos ha dado y hemos recibido.
La alegría de ganar
Luego de una Semana Santa de oración, estamos más preparados para la victoria de la Pascua. A la gente le gusta ganar. Las personas están más que felices cuando ganan la lotería. Les gusta que su equipo gane, cuando vemos las finales del NCAA Championship (torneo NCAA). A algunos les gusta mucho que su partido político gane. ¡Ganar es algo bueno! Piensen en la victoria de los Saints en New Orleans, cuando ganaron el súper tazón. Recuerden lo que se siente ganar.
Bueno, la más grande victoria de todas es la Resurrección de Jesucristo: la victoria que supera todo nuestro mundo, la victoria que supera a la muerte. Esa es la más grande victoria que existe. ¡Los discípulos de Jesús debían haberse visto tan llenos de gozo como la gente de New Orleans luego de que los Saints ganaron el súper tazón! La pregunta entonces es ¿nos vemos así?
¿Por qué toca pedirles a nuestros muchachos que van a ser confirmados que ‘por favor sonrían’? (Y usualmente se ríen mientras intentan sonreír). Si realmente supieran lo que está por sucederles, no sería necesario pedírselo. Y si realmente estuviésemos experimentando a Jesucristo, resucitado de entre los muertos, y su victoria, no se nos tendría que recordar sonreír, no se nos tendría que recordar la alegría de nuestras vidas, no se nos tendría que recordar la esperanza infinita que tenemos en Cristo. Piensen en la gente de New Orleans (y en realidad nadie está pensando en eso ya que todos están pensando en la próxima temporada).
La Resurrección es la victoria final sobre el pecado, la muerte y el mundo. Y la victoria está garantizada. No es algo que simplemente deseemos. Cristo ha logrado la victoria, y tenemos la gracia de hacer esa victoria real en el mundo. La victoria no se está haciendo más real en el mundo hoy, y eso tiene que ver con que aquellos de nosotros que hemos escuchado de ella no parecemos muy convencidos. No nos vemos ni siquiera cerca a lo felices que se veían los hombres y mujeres de New Orleans luego del súper tazón.
Por eso la oración intensa en Semana Santa y Pascua es parte de nuestra misión de manera especial, pues creemos mientras rezamos. Y me digo esto a mí mismo también (y especialmente) porque el obispo es el principal testigo de la Resurrección en su diócesis, así que ¡ayúdenme a eso! Es un don y una responsabilidad.
Sin importar cómo se vean las cosas malas y sin importar lo complicado que se hagan, en la Iglesia o en nuestras vidas individuales, Jesucristo ha logrado la victoria. ¡Está garantizada! Estamos llamados a permanecer fieles y a hacer esa victoria cada vez más viva. ¡Jesús ya ha levantado la carga pesada!
Trabajar por la unidad
De manera especial, quiero pedirle a cada uno de ustedes que rece en esta Pascua y trabaje por la unidad. Una de las claves que hace que la victoria de Cristo no se note en el mundo es la falta de unidad que es aparente en la Iglesia. Sin embargo Jesús ha levantado la carga pesada –al cargar la Cruz– y estamos llamados a hacer nuestra pequeña tarea cargando nuestras propias cruces y levantarlas como el pueblo unido de Dios.
La fuente y culmen de nuestra unidad es la Eucaristía, que siempre es celebrada en unión con Benedicto nuestro Papa y con nuestro obispo. Nuestra Eucaristía tiene que estar siempre en comunión con el Papa y los obispos. Solo hay una fuente de unidad, la Eucaristía, y la Eucaristía es nuestra comunión con Cristo, a través de quien Él ha designado en la tierra, el sucesor de Pedro, el Obispo de Roma. Nuestra comunión es visible, concreta y real.
Así también, en el corazón de la Liturgia Eucarística está el Credo. La Pascua es un tiempo especial para concentrarse en el Credo. Es bueno para nosotros, de vez en cuando, revisar el Credo línea por línea y preguntarnos: “¿Sé lo que significa y creo en esto?” Está bien no saber lo que cada línea significa, para eso tenemos el Catecismo de la Iglesia Católica con una sección completa sobre el Credo.
Si no estás seguro sobre lo que algo significa, o si algo necesita ser revisado, mira hacia arriba y pregunta: “¿Creo eso, realmente lo creo cuando lo digo?” Hay más de uno cuya fe se vuelve débil cuando llegan a la cuarta parte del Credo: Creo en la Iglesia “una, santa, católica y apostólica”. Y la única Iglesia visible en la Tierra es donde se encuentra nuestra unidad.
¡Así que, tomemos seriamente esta Semana Santa, rezando mucho más! Concentrémonos en experimentar a Jesucristo, resucitado de entre los muertos, y recordemos en la Eucaristía que estamos llamados a la unidad: unidad en la oración, unidad en lo que creemos, unidad en la misión. Y recordemos que, ¡en nuestra misión, la victoria ya ha sido ganada!
¡Cristo ha resucitado, en verdad ha resucitado!