Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
En primer lugar, permítanme agradecerles muy sinceramente por recordarme en sus oraciones durante mis vacaciones. Fueron días especiales para mí de amistad, especialmente con el Señor, y también de necesario descanso y recreo. He disfrutado esta temporada de mucha vida. Estoy seguro que en gran parte se debió a sus oraciones y, por supuesto, los recordé a todos ustedes en cada día.
Mientras me pongo al corriente, permítanme por favor compartir con ustedes, brevemente, mis pensamientos sobre la Cuaresma de este año que ya está cerca. Hubo recientemente un ataque de tiburón que terminó con la muerte de una persona. Uno de los expertos en tiburones que fue consultado dijo, al final de todo, lo siguiente: el océano es el hábitat natural de los tiburones y de otras criaturas marinas: no es el hábitat natural de los seres humanos y por lo tanto ingresar en él siempre conlleva cierto riesgo.
Dado que la Cuaresma es ahora mi “primera prioridad”, esas declaraciones me dirigieron a ella. Uno de los prefacios de este tiempo dirige estas palabras al Señor: “Nos llamaste a vivir cada día en este mundo que pasa, con nuestros corazones firmemente anclados en el mundo que vendrá, que no tiene fin”. San Pablo refuerza este misterio de nuestra fe, afirmando que nuestra verdadera ciudadanía, nuestra verdadera patria, es el Cielo y que caminamos en este mundo como en una tierra desolada. Entonces, frecuentemente usamos la imagen del peregrino para describir el tiempo que el Señor nos da aquí en la tierra.
¿Qué tan “en casa” estamos?
Para mí, y creo que para todos nosotros, la pregunta básica es entonces ¿qué tan ‘en casa’ nos sentimos en este mundo? ¿Qué tan ‘en casa’ estamos en Estados Unidos? ¿Qué tan ‘en casa’ estamos en los 11 condados de South-Central Wisconsin?
Hay muchas razones que hacen que distintas personas se sientan menos en casa. Quienes están convencidos de que el calentamiento global es real y que es causado por la actividad humana no están completamente ‘en casa’ en este mundo. Quienes están incómodos por una serie de decisiones tomadas por la administración nacional aquí en Estados Unidos son muy abiertos al afirmar lo desarraigados que se sienten de su tierra natal. A veces en la Diócesis de Madison incluso los católicos le hacen saber bastante claramente al obispo, también en el debate público, que la auténtica enseñanza de la Iglesia Católica no es bien recibida en todos sus alcances.
De otro lado, amo al mundo. Es un hermoso don de Dios, que ha sido confiado a nosotros pero que nunca, por nuestros propios esfuerzos, podemos hacer perfecto. La perfectibilidad de nuestro mundo por el esfuerzo humano y por los sistemas políticos particulares eran la utopia de Karl Marx, que es incompatible con la fe de nuestra Iglesia Católica y su heredad.
Recordando nuestra verdadera patria
Y entonces es bueno que estas distintas “inconformidades” de nuestra vida concreta en el mundo, en nuestro país, y en esta diócesis nos recuerden que nuestra verdadera ciudadanía no está aquí, precisamente como escribió San Pablo. La Cuaresma es un tiempo para permitir que nuestra no ciudadanía en este mundo nos recuerde que nuestra verdadera patria es el Cielo.
Alguien que está determinado a hacer perfecta su vida en este mundo, dedicado a hacer el mundo perfecto, tiene poco tiempo para pensar en el Cielo. Y sin embargo, si hacemos de la Cuaresma un tiempo para realmente amar las cosas del Cielo, lo primero en que pensamos en esas “cosas”. Pensamos en conocer a Dios cara a cara, no vagamente, en un espejo. Pensamos en una reunión con nuestra familia y seres queridos, por la que esperamos en el Cielo. Pensamos en la certeza de que no hay dolor, sufrimiento, duelo, muerte o tristeza similar en el Cielo. Pensamos en la felicidad sobrenatural que va más allá de lo que este mundo nos puede ofrecer, incluso si es difícil lograr la felicidad que está por venir.
El sufrimiento, la incomodidad, el dolor, la tristeza, la decepción, todo sucede en el mundo por el pecado original, pero también son llamados de alerta sobre la verdad de nuestra ciudadanía en el Cielo. Mientras nos concentramos en esta verdad durante la Cuaresma, naturalmente buscamos otras formas para darnos cuenta de que no estamos llamados a estar “cómodos” en nuestro mundo, en nuestro país, en nuestra diócesis. Estamos llamados a darnos cuenta de que solamente el Cielo, con la visión cara a cara de Dios es lo “único confortable” para lo que estamos destinados y nada más puede satisfacer plenamente el corazón humano.
Examinando nuestra casa temporal
Entonces, la Cuaresma es un tiempo para mirar todas las facetas de la vida en nuestro mundo, en nuestro país, en nuestra diócesis, que nos recuerda el Cielo haciéndonos estar menos confortables aquí. Y es un tiempo para añadir algo más intencionalmente a nuestra incomodidad, no por gusto, sino para permitir al Señor llenar esos rincones de nuestro corazón, que están vacíos, con la plenitud que el Cielo promete.
Entonces vemos que como van las cosas en este mundo nunca puede ser el final de ellas para nosotros. Somos llenados por la Esperanza que nunca decepciona. Nos llenamos entonces con la alegría de aquellos que con el Bautismo reciben un pasaporte al Cielo. Abrirnos en lo más profundo de nosotros al don de la alegría es de lo que se trata la Cuaresma, llevándonos a la culminación de la misma con el gran misterio de la Pascua.
Gracias por leer esto. ¡Que la bendición del Señor los llene a ustedes, sus familias y seres queridos de manera generosa en los próximos días de Cuaresma! ¡Alabado sea Jesucristo!