Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Mientras escuchamos los sonidos de “I’m Dreaming of a White Christmas” (Estoy soñando con una blanca Navidad) que se oye por todos lados en estos días, la atención nacional e incluso global se ha concentrado en los asuntos “verdes” relacionados con los eventos de Copenhage, Dinamarca, en la Cumbre sobre el Cambio Climático.
Muchos comentaristas han resaltado en estos días pasados que el Papa y el Vaticano han apoyado la agencia de esta Cumbre. El Jefe de la Delegación del Vaticano era el Nuncio Apostólico ante la ONU, Mons. Celestino Migliore, quien ha disertado sobre Santa Teresa de Lisieux aquí en Madison en la primavera de 2008. En Copenhage, el Arzobispo Migliore se refirió varias veces al pensamiento del Papa Benedicto y a la enseñanza de la Iglesia con respecto al cuidado responsable del medio ambiente.
El respeto por la naturaleza está enraizado en el respeto a toda vida
La degradación o desfiguración del medio ambiente con certeza es uno de los “pecados sociales” de nuestro tiempo. En su exhortación apostólica de 1984 “Reconciliación y penitencia” luego del Sínodo General de los Obispos en Roma, el Venerable Papa Juan Pablo Magno destacaba que, al final de cuentas, todos los pecados sociales tienen sus raíces en el pecado personal. Se desarrolla una dinámica en la que las personas y los grupos cometen pecados personales que derivan en un pecado social: ya sea discriminación, contaminación ambiental o una cultura con tendencia al aborto.
Aplicando esta perspectiva, el Arzobispo Migliore destacó, a nombre del Papa Benedicto, que los individuos tratan al medio ambiente como se tratan ellos mismos, en relación a su propia naturaleza humana. El respeto por la naturaleza, en términos de cambio climático, exige, en primer lugar, el respeto por la propia naturaleza humana, la propia ecología.
El asesinato de los no nacidos mediante el aborto para la investigación con células estaminales embrionarios, o el desecho de los ancianos y los enfermos en nombre de una “muerte misericordiosa” o el suicidio asistido, son todos graves pecados personales contra la ecología humana, que puede luego conspirar y llegar a convertirse en gravísimos pecados sociales. Como uno trata su propia naturaleza humana, así tratará la naturaleza ecológica. Al final de cuentas, en términos de la naturaleza humana y en términos de la ecología de la naturaleza, está la misma cultura de la vida que es una meta valiosa, en vez de la cultura de muerte que se escoge con frecuencia.
En Navidad, Jesús tomó nuestra naturaleza humana
En Navidad, Jesús tomó nuestra naturaleza humana y así la definió, ya que Él es Dios, y también la santificó. Nada de lo que Jesús ha asumido de nuestra naturaleza humana dejó de ser salvado y divinizado, excepto el pecado. Ésta es la esencia de la celebración de Navidad: ser humano significa ser como Cristo, quien tomó nuestra naturaleza humana y, para nuestro bien, se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
El humilde bebé que contemplamos en el pesebre es un signo de lo alto a que la naturaleza humana puede llegar: es decir, la resurrección a través del sufrimiento y la muerte. Todo esto está contenido en este único y gran misterio de la Navidad. El asumir la naturaleza humana por parte de Cristo fue, en sí mismo, un acto de sacrificio sacerdotal, porque al hacerlo, Jesús asumió la necesidad del sufrimiento y la muerte. (¡El misterio de la Navidad “explota” con muchas dimensiones y facetas!“)
El respeto por la creación nos lleva a su Autor
Aquellos de nosotros que buscamos vivir verdaderamente de acuerdo al misterio de la Navidad tenemos que vivir el más profundo respeto por nosotros mismos y los demás que comparten la naturaleza humana, desde la concepción hasta la muerte natural.
Este respeto está por encima del medio ambiente, que es el don de Dios para sostener nuestra vida. Además, el medio ambiente, la creación de Dios, tiene que ser preservada de la degradación y el maltrato, porque en su belleza natural, la creación, por analogía, nos lleva a su Autor, que es el único y verdadero Dios, Padre de todos nosotros.
Nuestro respeto por la naturaleza sigue naturalmente a nuestro respeto por la propia naturaleza humana: respeto que se basa en que la verdad de la naturaleza humana es definida por Jesucristo, que esta naturaleza ha sido, de hecho, divinizada en todos sus aspectos, con excepción del pecado.
Así que tal vez la frase “verde Navidad” puede ser usada para indicar una dimensión de la verdad que surge del misterio de la Navidad. Respecto a la naturaleza humana, el bello villancico “Hark, the Herald Angels Sing” (Hark, el canto de los ángeles heraldo) resume maravillosamente esto cuando se dice que Jesús “está contento como hombre con el hombre para habitar, Jesús o Emmanuel”, Jesús como Dios-con-nosotros.
La Navidad es tiempo para dar
Así que, una vez más, como discípulos de Jesús, necesitamos decirnos unos a otros (y los tiempos económicos difíciles lo hacen mucho más fácil) que la Navidad no son solo regalos, ni solo recibir. La Navidad es tiempo para dar, dar en primer lugar el mejor regalo que podemos darle a todos los seres humanos, que es amor y respeto.
La Navidad también es amor y respeto por la creación que nos rodea, por la naturaleza ecológica que, por su belleza, nos hace caer de rodillas ante su Creador, que la ha diseñado como su regalo especial para que la vida humana esté siempre adecuadamente nutrida.
Detener la desfiguración del medio ambiente depende de detener la desfiguración de nuestra naturaleza humana. Esta es la enseñanza de nuestra Iglesia sobre los asuntos “verdes”. Y esta enseñanza de nuestra Iglesia sobre las cuestiones “verdes” está mucho más enraizada en el misterio de la Navidad, que estamos llamados a celebrar con alegría en estos días.
Que el Señor los bendiga a todos ustedes, sus familias y sus seres queridos con la alegría, el amor y la paz de la Navidad, y que las bendiciones de la salud, la seguridad, y sobre todo y primeramente una fe más profunda, los acompañen a todos en este año nuevo. Recemos uno por el otro y por nuestro país mientras caminamos hacia el 2010.
Gracias por leer esto y que Dios los bendiga. ¡Cristo nace! ¡Glorifíquenlo!