Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Esta “comunión de los santos” es un misterio muy importante de nuestra fe. Y sin embargo nuestra fe en ese misterio puede “simplemente pasar por encima”. Decimos: “… el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados…” ¿Acaso dejamos que esas frases del Credo se deslicen simplemente porque nos hemos acostumbrado a ellas?
Elevados al Cielo durante la Misa
Tenemos que ser conscientes del misterio de la comunión de los santos y recordar que la vivimos de manera especial en la Misa. Cuando llegamos al momento de la gran Plegaria Eucarística y somos invitados a “levantar el corazón”, quiere decir que somos conducidos místicamente al Cielo. A través de la liturgia de la Iglesia, el Espíritu Santo nos recuerda a todos la verdad sobre Jesús. Y en la Misa somos elevados místicamente hasta el Cielo y allí estamos con el Señor, María, la Reina de todos los Santos, con José, con todos los Apóstoles, los mártires y los ángeles; incluyendo a nuestro patrón diocesano, San Rafael. Somos elevados para estar con todos los santos.
¡Qué reverencia nos debe llenar durante la Plegaria Eucarística! Debemos estar llenos de reverencia porque, de manera mística, podemos estar justo allí con los santos en el Cielo y, algo que es muy importante, podemos también estar con todas las almas del Purgatorio.
Recordar a quienes han muerto
Noviembre es el mes de las santas almas y tenemos que recordar que lo más cerca que podemos estar de nuestros seres queridos que han muerto, lo más cerca que puedo estar a mi madre y mi padre, a mis abuelos, a todos los miembros de mi familia y buenos amigos que han fallecido, ¡lo más cerca que puedo estar para ser uno con ellos es en la Misa! Nuestra fe en este misterio está indicada en estas pocas palabras: “Creo en la comunión de los santos”. La Misa es el santo lugar para estar y estoy agradecido al Dr. Pat Gorman, nuestro director diocesano de liturgia, quien nos ayuda a darnos cuenta, en muchas de las Misas que celebro, que estamos con los santos.
En la Misa cantamos las canciones que los ángeles y los santos quieren cantar con nosotros. No solo cantamos una canción vieja cualquiera. En eso consiste la “Música Sacra”, es decir, música que nos recuerda que la Misa no es solo para nosotros. La Música Sacra no es solo lo que nos gusta, sino que es la música que conviene a la gran dignidad de los ángeles y los santos. Y así, no podemos, por ejemplo, cantar canciones como “All are Welcome” (todos son bienvenidos) porque los santos no pueden cantar eso con nosotros. Los santos saben, trágicamente, que aquellos en el infierno no son “bienvenidos”. Para ser correcta la canción debería decir: “¡todos pueden usar su libre albedrío y ser así realmente bienvenidos!” Pero nuestra fe no es tan simple como para decir “todos son bienvenidos”. Y éste es solo un ejemplo de cómo los directores de música y los coros tienen que estar atentos, para ayudarnos a cantar música que no sea inadecuada para que los ángeles y los santos también canten. Si “creemos en la comunión de los santos”, siempre honraremos su dignidad y majestad.
Canción de los ancianos cantada por sacerdotes
También me gustaría recordarles la bella frase de la primera lectura del domingo pasado. En la primera lectura escuchábamos:
“Todos los ángeles rodeaban el trono y los ancianos y las cuatro criaturas vivientes. Se postraban ante el trono, adoraban a Dios y exclamaban: ‘Amén’. Bendiciones y gloria, sabiduría y acción de gracias, honor, poder, a nuestro Dios por siempre jamás. Amén”.
¿Y a qué palabras de la Plegaria Eucarística nos hace recordar esta canción de los ancianos y las cuatro criaturas vivientes? “Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo (y eso significa en la comunión de los santos, en la unidad de la Iglesia), todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”.
Esta oración al final de la Plegaria Eucarística es básicamente el mismo himno que los ancianos y las cuatro criaturas cantan. Y esa es la razón por la que los sacerdotes cantan o recitan este himno en particular, porque los sacerdotes son los ancianos de la Iglesia en la tierra, la Iglesia Militante, mientras somos unidos en la Misa con la Iglesia Sufriente en el Purgatorio, y con la Iglesia Gloriosa de los ángeles y los santos en el Cielo.
Esa es la razón por la que el himno del gloria y alabanza al Señor es cantado por los sacerdotes mientras ofrecemos el sacrificio eucarístico al Señor. Porque al estar los sacerdotes en la persona de Cristo, por más indignos que seamos, podemos unirnos a los escritores del Evangelio (las cuatro criaturas vivientes) y con los ancianos en el canto del hermoso himno al Señor. Estamos verdadera y místicamente en el Cielo durante la Plegaria Eucarística y así, ¡qué reverencia debemos vivir!
Llamados a ser santos
Mi tercer punto entonces es que, si “creemos en la comunión de los santos”, creemos entonces que nosotros mismos estamos llamados a serlo. La palabra “santos” significa “santos individuos”. Y escuchamos en la primera lectura que hay incontables santos, “personas de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas”.
¡La santidad es para todos! La santidad ES para aquellos que creen que rezar es difícil; ya que están llamados a dar de su tiempo, que es su vida, al Señor. La santidad es para aquellos, ustedes y yo a veces, que tenemos problemas para rezar, para involucrarnos con la oración que parece en ocasiones seca y distractora.
La santidad ES para las personas que tienen terribles tentaciones. No es simplemente para las personas que no las tienen. Algunos de los más grandes santos han tenido las tentaciones más fuertes. Las tentaciones son una ocasión para practicar la opción de elegir el bien sobre el mal. Las tentaciones son ocasión para practicar la virtud y la santidad.
¡Aliento a quienes de ustedes son tentados a seguir luchando! Jesús mismo permitió ser tentado por el demonio, así que no podemos decir: “la santidad está más allá de mí porque me cuesta mucho rezar” o “la santidad está más allá de mí porque tengo demasiadas tentaciones”. La santidad es PARA cuando tienes demasiadas tentaciones y para cuando se te hace difícil rezar. La dificultad en la oración y las tentaciones nos recuerda que esas dificultades nunca son el fin de la historia, así como la muerte y el sufrimiento de Jesús no fueron el final de la historia. La Resurrección es el fin de la historia, la santidad es el fin de la historia.
No estamos solos
Finalmente, quiere comentarles lo impresionado que estoy y lo inspirando que me siento de ver a muchos de ustedes, especialmente a muchos jóvenes, buscando la santidad en estos días. Nuestros seminaristas de verdad la buscan. Y así también muchos de ustedes, con la bendición y lo complejo de una familia numerosa y con situaciones complicadas, están realmente en pos de la santidad. Eso me hace mucho bien, porque me recuerda, en mis propias luchas, que no estoy solo. Y eso puede funcionar también para ustedes. Mientras estén en una buena comunidad cristiana, RECUERDEN, mientras luchen, ¡que no están solos!
Y una de las cosas fantásticas del Cielo, como nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI dijo el domingo, una de las cosas más increíbles de ser santos, es que nunca, nunca, pero nunca, ni siquiera de manera remota, hay momentos de soledad. Nunca. Qué experiencia más maravillosa que va más allá de las palabras debe ser esa.
Así que, por favor, en la carrera hacia la santidad, nunca desmayen. Nunca se desalienten. Así podrán siempre alentarse unos a otros, y así podrán alentarme a mí y a mis hermanos sacerdotes. Y así avanzamos como Iglesia Militante, la Iglesia en este mundo. Siempre avanzamos con profunda esperanza. Y seguimos adelante con profunda alegría siempre también. Gracias por leer esto y que Dios los bendiga.
“Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua. ¡Descansen en paz! Amén”.
¡Alabado sea Jesucristo!