Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Han pasado siete meses, pero sin duda ¡ha valido la espera! Estoy muy feliz porque hace unos días tuve mi primer encuentro con nuestro Santo Padre, el Papa Francisco. Espero tener algunas fotos para compartir la próxima semana.
En simple, no conocía al Cardenal Bergoglio y, desde que fue elegido Obispo de Roma, he tenido muchas ganas de compartir algunos momentos con el hombre a quien mi misión está tan estrechamente conectada.
He hablado de esto muchas veces antes, pero recuerdo nuevamente que es uno de los deberes principales del obispo diocesano salir y ser una especie de pegamento que lleva a la gente rápidamente al corazón de la Iglesia y ser un signo de unidad en medio del Cuerpo de Cristo en su diócesis. Es uno de los deberes principales del Papa ser ese pegamento y ese signo de unidad entre los obispos del mundo y la gente unida a ellos.
Conociendo al Papa Francisco
Y así, dado lo intenso que esa responsabilidad resuena en mi mente y en mi corazón cada día, podrán entender por qué deseaba tanto conocer al actual Papa y escuchar lo que ha escrito y dicho y, ciertamente, encontrarlo cara a cara.
Cuando lo conocí, fue una confirmación de lo que creemos sobre el asunto de la unidad que procede del Obispo de Roma. En ese encuentro se me hizo muy natural reconocer a Pedro. Sin pensar en eso realmente, supe que este hombre había recibido la gracia, de manera especial, que solo reciben Pedro y sus Sucesores. Pedro estaba allí, así como lo había visto en el Papa Benedicto y en el Beato Juan Pablo II.
Y al ver a Pedro, vemos a Cristo brillando a través de él. Me sobrecogió la genuina calidez humana que mana de él: una calidez que es al mismo tiempo profundamente espiritual. Fueron momentos breves pero cálidos y le dije que le llevaba las oraciones, el amor y la fidelidad de la gente de la diócesis de Madison y quiso que les asegure a todos ustedes su especial bendición.
Unidad de la Iglesia Católica
En nuestra audiencia, el Santo Padre habló precisamente de esa unidad que encontramos en la Iglesia de acuerdo a la naturaleza de la misma de ser “católica”. Es la unidad en la diversidad, dijo, porque la Iglesia les da la plenitud de la fe a todos. “Es un espacio, la casa en la que la plenitud de la fe es anunciada, en donde la salvación que Cristo nos trajo se ofrece a todos”.
Entonces cada uno puede venir con sus propios dones, con sus roles, y aún así encontrar unidad en Jesucristo, el Camino, la Verdad y la Vida.
En conjunción con el tema de nuestro Año de la Fe, el Papa Francisco usó una hermosa metáfora de una sinfonía en la que cada uno de los miembros tiene su rol, pero en el que esos miembros únicos están llamados a la armonía: armonía con el Espíritu Santo, a quien llamó el “maestro de la armonía”. La meta, dijo, no es la simple uniformidad, sino la armonía en nuestra fe católica: todos los pueblos vienen, desde donde son, hacia la unidad.
El centro de la naturaleza católica (universal) de la Iglesia debe andar mano a mano con la naturaleza de la Iglesia como una. La Iglesia, dijo el Papa, es el espacio en donde la plenitud de la fe se anuncia. Entonces recordemos que la diversidad de instrumentos y ejecutantes buscan, de hecho, una meta unida, y recordemos que nuestra diversidad nos debe llevar a una meta común: nuestra unicidad en la fe.
Decir que somos católicos no significa que todos podemos creer en lo que queramos, significa que todo aquel que lo desee, quien quiera que sea, puede creer en la verdad. Mientras que la diversidad de instrumentos y ejecutantes contribuye a la belleza de una pieza musical, los músicos deben “afinarse”, tocando de manera unificada, y deben seguir una partitura musical. Si la orquesta no está afinada en la unidad, o si alguno se aparta de la partitura, entonces ese tipo de diversidad es inaceptable.
Trabajando por la armonía en la fe
El Santo Padre nos dio una “tarea” también: nos pidió que consideráramos si, en nuestras parroquias, estamos trabajando por la meta común de la armonía en la fe, o si estamos pasando el tiempo en disputas o en chismes. No se apreció en la transcripción oficial, pero el Santo Padre estuvo muy animado en un momento para enfatizar el daño que causa el chisme. Es claro que está muy molesto por la cantidad de chismes que están infectando a la Iglesia en Roma, pero conoce muy bien su fuerza en nuestras comunidades y en nuestros hogares. Entonces tenemos que trabajar, comenzando por nosotros mismos, para poner fin al chisme que afecta nuestra unidad.
Ciertamente tengo mucho más por reflexionar, pero simplemente quería compartir con ustedes estos primeros pensamientos y los saludos que el Papa Francisco envía personalmente a cada uno de ustedes.
Nuestros seminaristas van muy bien, como los Padres John Putzer y Eric Sternberg, y les envían su cariño y sus oraciones también. Además tuve el privilegio de celebrar Misa con el Padre Michael Radowicz y su grupo de peregrinos, y también me crucé con el Padre Larry Bakke. Es una alegría especial estar con los hermanos sacerdotes en Roma.
Por favor sigan rezando por nuestro Santo Padre, por mí, por nuestros sacerdotes y seminaristas, por toda la Iglesia. Que Dios los bendiga a todos y cada uno de ustedes y que siga construyendo y nos conduzca hacia la unidad de Su Iglesia: cada uno con sus propios dones y capacidades, pero trabajando en armonía para testimoniar la hermosa vida de fe que Jesucristo quiere para nosotros. Gracias por darse el tiempo de leer esto.
¡Alabado sea Jesucristo!