En el año de la Eucaristía:
Reflexionemos en el regalo de la cuaresma

		Bajo el Libro del Evangelio + Obispo Robert C Morlino

(El Obispo Morlino envió esta carta a todos los sacerdotes la semana pasada y la ofrece aquí como reflexión)

Queridos Hermanos Sacerdotes,

El termino "cuaresma" se refiere a la época de nuestra vida de la Iglesia sobre la cual embarcamos, como muchos lo saben, es la palabra antigua de "tiempo de primavera". El tiempo de primavera es primero que todo el tiempo de esperanza de que el frío del invierno pase pronto, y que el renacimiento de la naturaleza empiece.

Durante el año de la Eucaristía lo hacemos bien al reflexionar en la esperanza de la cuaresma que es en parte igual y en parte diferente de la esperanza del Adviento.

La esperanza de la cuaresma combina el espíritu de penitencia y dolor del pecado, esa gracia que es la invitación necesaria para el perdón y misericordia del Señor, la misericordia que es nuestra única esperanza de esta vida. En la Eucaristía se nos recuerda una vez más que a través de Cristo, con Él, en Él, debemos de dar nuestro cuerpo para que sea distribuido y nuestra sangre sea derramada para que haya misericordia. El auto-sacrificio en el nombre de misericordia es la base de la motivación de muchas obras de penitencia que podemos hacer durante la cuaresma. La Eucaristía forma y expresa éste espíritu de auto-sacrificio en el nombre de la misericordia.

El regalo y virtud de la esperanza además es el poder que nos permite "el alcanzar más allá del velo" como lo describe el autor de la carta de los Hebreos. El velo se refiere a la carne de Cristo, que es el sacrificio de Su sufrimiento y muerte por nuestros pecados. La Esperanza va más allá del velo hacia el santuario celestial mismo donde Cristo, en el poder del Espíritu Santo, guía a los ángeles y santos, las almas del purgatorio y todos los creyentes en la tierra, en la alabanza eterna al Padre. Imagínense el poder de esa esperanza que nos recuerda que el sacrificio y muerte de Jesús conceden y revelan Su gloria resucitada.

Es mi deseo que durante estos días de cuaresma, como lo mencionamos en nuestro diálogo anteriormente, ustedes tomen tiempo para explicar algunos aspectos en la celebración de la Eucaristía a su gente de parroquia. Muchas veces la gente percibe la Eucaristía Semanal como si fuera simplemente una obligación, por lo general llegando tarde y saliendo temprano sin ninguna buena razón. La celebración Semanal de la Eucaristía no debería de ser primordialmente como una carga de nuestra gente. La celebración Semanal de la Eucaristía estaría llena de gozo y significado si nuestra gente llegara preparada a celebrar, eso es con la esperanza fija, la esperanza que es el poder para entrar al santuario celestial más allá del velo. Si nuestra gente no viene con esta esperanza, este regalo del Espíritu Santo activamente comprometido, es difícil imaginarse que la celebración de la Eucaristía sea llena de significado y tanto más para nosotros como sacerdotes. El sufrimiento y sacrificio que hemos encontrado como sacerdotes y obispos en estos tiempos de apuro se unen de una forma especial con el sacrificio y sufrimiento de Cristo mismo en aquellos de nosotros que tenemos el privilegio de haber sido ordenados, de estar en la persona de Cristo el sacerdote. Nuestra propia recepción del regalo de la esperanza del Espíritu Santo nos guía más allá del velo de estos tiempos de apuro al gozo del santuario celestial donde la Gloria de Cristo se revela.

Durante estos días de la cuaresma, como sacerdotes, examinemos nuestras conciencias en relación con nuestra recepción del regalo de la esperanza. San Pablo nos dice que nunca debemos de darnos por vencidos al desaliento y todos sabemos las muchas razones de porque podemos estar tentados a darnos por vencidos al desaliento en este momento. Así la esperanza que alcanza más allá del velo del santuario es la única esperanza que nunca decepciona. El llegar a la celebración de la Eucaristía con nuestra esperanza comprometida e intacta es un regalo maravilloso del Señor que podemos pasar a nuestra gente, y así esa esperanza nos autorizarán a pasar a través del velo, que es, en nuestra vida diaria el dar una y otra vez con Cristo nuestro cuerpo para que sea distribuido y nuestra sangre derramada sabiendo que en esta actividad diaria, la gloria de Cristo se encubre y revela.

Antes de terminar esta carta me gustaría presentar dos puntos más. El tiempo de vacaciones me ha beneficiado mucho, de hecho no he perdido ningún día de mis ejercicios en el treadmill. Estoy muy agradecido con Dios, y con todos ustedes por sus oraciones por las cuales me siento mucho mejor de nuevo. Pero la salud es un regalo, uno muy frágil, con el cual necesito sus oraciones al continuar mi recuperación.

Segundo, la Junta de Directores del Centro Católico Nacional del Bioética durante nuestra reunión anual, que se llevo a cabo durante la reunión de Obispos en Bioética en Dallas, me eligieron como presidente de la Junta de Directores y el Obispo Allen Vigneron de la Diócesis de Oakland, California, como vicepresidente. El haber terminado mi turno como presidente del Comité de Obispos en el Diaconato, y el haber tenido que rechazar la reelección como presidente del Comité Ad Hoc de los Asuntos de Cuidado de la Salud en la Iglesia, crei muy necesario el aceptar esta responsabilidad que en realidad no la esperaba. Sin tener que decirlo, al mismo tiempo, mi responsabilidad de tratar especialmente el asunto de las investigaciones de células raíz de embriones (embryonic stem cell) como sucede en nuestra propia Universidad de Wisconsin sugiere que los presidentes de esta junta me van a permitir a estar en una mejor posición para llenar esas responsabilidades.

Con todo lo que se ha dicho por favor sepan que mi gratitud hacia ustedes y todo lo bueno que hacen cada día en el Señor. Por favor estén seguros de mis oraciones diarias especialmente en el sacrificio de la Eucaristía durante la cuaresma en este año de la Eucaristía. Y sepan que continuo contando con sus oraciones también.

Su hermano en Cristo,
Obispo Roberto C Morlino
Obispo de Madison