"Lean las señales de
nuestro tiempo"
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El Obispo: Un mensaje de fe
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Las consecuencias de lo que popularmente es llamado " septiembre
11", el terrorismo infiltrado sobre nosotros, la guerra en
Afganistán, el abuso sexual de menores por algunos
sacerdotes, y el conflicto entre Israel y Palestina todo esto
converge y desciende sobre nosotros.
En estos días de confusión, turbulencia y
esfuerzos nosotros buscamos no solo una forma de enfrentar lo que
nos viene, sino una manera de poder vivir espiritualmente y
verdaderamente en fe, en esperanza y en amor, siguiendo los pasos
de Jesús, nuestro Salvador.
Gaudium et Spes - Alegría y Esperanza
El documento del Segundo Vaticano Gaudium et Spes nos
dice que leamos las señales de nuestros tiempos. Una
señal como esta, en un mundo marcado por los cambios
radicales y rápidos, en donde vimos que de la noche a la
mañana la nación más poderoso y rica del
mundo, simbolizada por las torres gemelas en la ciudad de Nueva
York, se desrumbaron se convirtieron en escombros, por un plan
organizado desde una cueva en Afganistán. Cuando pensamos en
esto, nosotros nos quejamos y decimos que "increíble".
Igualmente atacado es el escándalo sexual en la iglesia.
Nuestras dos torres gemelas han sido atacadas - en secreto y en
silencio. Hay poca duda de que el daño ha reducido la
percepción o la imagen de la Iglesia Católica y ha
dejado algunas victimas en ruinas.
La sólida reconstrucción
Es un tiempo para que nosotros reconstruyamos nuevas torres de
fe y esperanzas basadas en el mandamiento del amor de Dios, amar a
Dios sobre todas las cosas y amar a tu prójimo como a
nosotros mismos, un amor absolutamente básico para nuestra
relación con un trascendente Dios. La primera es la torre de
la fe. Nosotros creemos porque Dios nos ha revelado Su verdad en
tres formas básicas: La Creación, Las Escrituras y la
Iglesia. Su iglesia es el organismo vivo de Su Cuerpo
Místico. San Pedro nos recuerda en la lectura de la misa del
domingo que "Déjense construir como un templo espiritual ...
como pueblo de Su propiedad ... ustedes son los hijos de la
luz."
Nosotros observamos los fracasos del pasado como señales
de tiempo aquí y ahora y construimos la segunda torre como
una torre de esperanza. Esa torre nos dice que nosotros dependemos
de la promesa de Dios, de Jesús, Dios hecho hombre.
Él es fiel y digno de confianza.
Corregir los abusos
La base del amor sobre la cual estas torres de fe y esperanza
descansan no solo son preceptos limitados de buenas palabras para
nuestro tiempo de crisis, sino que ellas son realidades de nuestra
vida diaria como seguidores de Cristo.
Alguna persona sabia dijo que la única diferencia entre
un hueco y una tumba es su profundidad. Ahora es el momento, la
hora para penetrar el mundo de la oscuridad, del pecado, de la
perversidad y el terror con la luz de Cristo, la luz del mundo. Al
fortalecer nuestra fe, esperanza y amor en Cristo, llegamos a ser
los faros de la luz y las señales de Su amor, siendo
testigos de Cristo como la fuente de salvación. Él
nos va a sacar del hueco y de la tumba.
¿Quién es esta luz del mundo?
Cristo en un sentido mundano fracasó en todo. Como su
poder y su influencia comenzaron a manifestarse y la gente estuvo
atraía hacía él, la oposición
empezó a formarse. La desconfianza lo aguardó en casi
todos los pasos. Sus enemigos se unieron y se formaron en rangos
restringidos.
Ellos sabían como sujetarlo, atarlo con gruesos nudos,
callar su voz crucificándolo como a un criminal cualquiera.
Ellos se burlaron de él, lo insultaron y los ridiculizaron.
Le dieron un juicio y sentencia de muerte. Ellos lo hicieron, para
desacreditarlo como Dios hecho hombre y Salvador, ante las personas
que él quiso salvar.
No alteren la verdad
El fracaso es una palabra que describe a Cristo en su
sufrimiento y muerte. En efecto, la imagen perdurable de Cristo es
un fracaso y una derrota. Él vino a un final infeliz.
Nosotros estamos llamados hoy y en un momento de la historia a
buscar nuestras raíces en Jesucristo y en la iglesia que
él fundó. No podemos hacer menos.
Me parece que hasta que no aceptemos el hecho de que la vida
mundana de Cristo vino a un final infeliz, una vida mundana que fue
aclamada y sellada sin ningún poder; nosotros nunca vamos a
reconocer el misterio de nuestra salvación en él. El
fracaso está en la base y el corazón del amor de
Cristo, a Él quien es el camino la verdad y la vida
Sin embargo aquellos que hayan servido a nuestro Dios y a
nuestra iglesia, les digo que es tiempo de compartir la mente, el
corazón y las manos y construir nuevas torres de fe y
esperanzas, y profundizar la base sobre el cual nosotros nos
basamos - el amor.
En una entrevista reciente con el Cardenal McCarrick, Arzobispo
de Washington, DC, el cardenal dijo en respuesta a una pregunta:
"¿Usted piensa que la Iglesia Católica se
arruinará? Su respuesta fue magnificentemente hermosa y
simple: "Si tenemos que operar en un garaje lo haremos, porque Dios
nos da el mandamiento de servir a su pueblo", él
también añadió, "Nuestra gente católica
no va a dejar que eso ocurra. Ellos vivirán su llamado
bautismal y renunciaran a Satanás, a todos su trabajo y a
todas sus falsa promesas. Y ellos amaran a Dios y su santa iglesia
como Cristo.
Gracias por dejarme compartir con ustedes. Tengan coraje; Dios
no nos defraudará, yo, no estoy dispuesto, a descartar o
dejar de aceptar la realidad de lo que han hecho algunos sacerdotes
con respecto al escándalo sexual a los niños y
jóvenes, lo malo y desagradable que es esto y el horror de
las victimas. Pero creo que si asumimos el problema de la iglesia
sobreviviremos, prosperaremos y brillaremos. Nosotros somos gente
del Misterio Pascual.
Jesucristo es Dios hecho hombre. Dios entregó a su
único hijo, verdadero Dios verdadero hombre. Si esto no
hubiese ocurrido, entonces nosotros no tendríamos una
confianza sólida en el que pondríamos nuestra fe o
nuestra esperanza y nuestro amor en él. Es decir, si
nosotros profundizamos nuestra fe en Cristo y aceptamos el
sufrimiento que es nuestro, nosotros nos convertiremos mas y
más como él. De la muerte surge la vida, de la
conversión surge la profunda convicción que
Jesús es, de hecho, el Señor de todo.
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